La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire

Millennium III: La Reina en el Palacio de las Corrientes de Aire – Stieg Larsson.

Al parecer subestimé un poco al autor después de Millennium II. En esta nueva entrega Larsson volvió al camino que había emprendido en Los Hombres que no Amaban a las Mujeres. Algo que me encantó, iba con un buen proyecto, una buena idea. Nuevamente hubo misterio, hubo intriga, hubo suspenso, y, por encima de todo, un interés por hacer justicia y visualizar el maltrato sistemático y estructural del que son víctimas las mujeres.

Además de haber vuelto a las maquinaciones típicas de su primer libro (dónde prever el desenlace no era una labor fácil) Larsson deja en claro cuál fue su interés a lo largo del libro. Al parecer, este libro tiene una moraleja, y tal como lo han demostrado los libros de ficción, en ellos es más fácil entender la realidad que estudiando la realidad misma. En un libro de ficción los límites de lo real pueden ser, y son de hecho, moldeados y tergiversados casi hasta lo absurdo. Hasta un nivel de imaginación tal, que es allí, en lo irreal que nos sentamos a pensar en el contexto en el cual vivimos. Como dijo un Impostor (Cercas 2014) “la realidad mata, la ficción salva”.

El tema central de esta trilogía de Larsson no es solo el maltrato a la mujer, un punto al que vuelve en reiteradas oportunidades, sino que se refiere a un montón más. Entre los puntos tratados de Larsson –y acá aparecerá mi sesgo de confirmación, sesgo que decide qué tomo de la información presentada- aparecen también: el tamaño del Estado, el abuso de la fuerza, los pesos y contrapesos, el rol de la sociedad civil, el rol utópico/ideal de la prensa, la libertad sexual (tanto masculina como femenina), entre muchos otros.

Hay montones de lecciones que podríamos como sociedad latinoamericana, desigual, machista, inculta, abstraer de este libro; que nos ayudarían en este esfuerzo sin igual en el cual nos encontramos de decidir cuál será el rumbo del país. Hay que tomar varias decisiones. En especial en lo referente a qué somos. Para lograr un cambio significativo deberíamos convertirnos en algo un poco más trabajador, responsable, abierto a la tolerancia, más empático con el otro –así el otro sea tan raro como Lisbeth Salander. ¡Necesitamos menos Zalachencos en nuestra historia, y muchas, muchas más Erika Bergers!


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