- Don Simeón Torrente Ha Dejado de Deber
- Álvaro Salom Becerra
- 1989
- 215 páginas
- 22ª Edición
- Tercer Mundo Editores
- Bogotá, Colombia
Bueno, la racha de literatura colombiana continúa.
Ahora es algo rolo.
¡Bogotano Alá! ¿¡Cuál rolo!? Esos son los muchachos de ahora… ¡antes éramos pura rente regia!
El libro es Don Simeón Torrente Ha Dejado de Deber de Álvaro Salom Becerra. Una historia simpatiquísima de un pobre endeudado y sus periplos, vueltas y acrobacias estando en la pobreza. Una pizca de fe y tres gramos de humor –o algo así- para afrontar la pobreza de este país, que no es poca sino más bien todo lo contrario. (De hecho, eran tres cucharadas de fe y cuatro granos de humor, pero eso ya no importa…)
Simeón, el protagonista y héroe atípico, es un pobre diablo, mal nombrado y bien endeudado. Nacido pobre, criado pobre y muerto pobre. La historia de muchos en Colombia. La cantidad de humor dentro de esta novela es increíble, cada párrafo está plagado de anécdotas sagaces y comentarios mordaces, destinados a burlarse del tuétano mismo de la sociedad y el Estado colombiano. Un país dónde a los ricos les aplican unas normativas, y, a los pobres, otras enteramente distintas. Un país marcado por la violencia sin sentido, la corrupción y el nepotismo desmesurados. Todas estas condiciones, que darían –y dan- tradicionalmente para historias tristes, lúgubres, que generan odio e impotencia, Salom Becerra la ha convertido en algo destinado a causar risa. ¡A ver si de esta manera aprendemos! (Tal como se debaten los monjes en la Abadía del Nombre de la Rosa ¿es posible conocer mediante la risa?)
Creo yo que uno de los problemas fundamentales del colombiano es ser inmune a todo esto, verlo y ‘hacerse el loco’. Ya nada nos inmuta, ya nada nos aterra, ya nada nos impacta y por nada nos movemos.
¡Espabílate pueblo colombiano ya va siendo hora!
- “Apenas era conocida –y podía ser puesta en práctica- la primera de las acepciones del verbo atracar: “Hacer comer y beber con exceso”; la segunda: “Saltear en poblado” era totalmente desconocida. Hoy sucede exactamente lo contrario. Nadie –dados los actuales precios- puede atracarse a sí mismo o atracar a otro de comidas o bebidas; pero cualqueira –a cualquier hora y en cualquier sitio- puede ser atracado en la segunda acepción verbal, esto es, molido a golpes, despojado de todas sus pertenencias y abandonado –en pelota- en plena vía.” (pág. 32-33)
- “Reyes inauguró su gobierno con el lema: “Menos política y más administración”, lo que dicho en Colombia resulta tan descabellado como decir en el Polo: “¡Menos hielo, menos osos; más arena, más camellos!”.” (pág. 33)
- “Le voy a hablar con entera sinceridad: Yo no creo sino en la justicia divina. La de aquí abajo es una farsa. Por tanto, administrarla es contribuir a la farsa y un hombre serio como yo no puede prestarse a eso… Para que usted sepa en qué terreno pisa, le cuento que la ley es un perro que no muerde sino a los de ruana… ¡Si yo, en nombre de la ley, muerdo a un caballero de frac, se me viene Roma encima, me botan del puesto y me traga la tierra…! Naturalmente, todo esto aquí entre nos… ¡Frente al público hay que representar la comedia… Salir al escenario disfrazados de Justicia, con una venda en los ojos, una espada en la mano derecha y una balanza en la izquierda y exclamar patéticamente: “Dura lex, sed lex…”” (págs.. 103-104)
- “El demonio no descansa. Su misión, como la de las agencias de publicidad, es la de convencer a la gente de que lo malo es bueno, lo superfluo útil y lo nocivo inocuo. Ocultando los cuernos y tapándose el rabo, se acerca a sus futuros clientes y con una melíflua voz de locutor les susurra al oído: “Alguien tiene lo que usted busca; alguien busca lo que usted tiene”.” (pág. 124)
- “Vivía maritalmente con una mujer de “vida aireada”, que era el eufemismo usado entonces para calificar a las damas de cero en conducta.” (pág. 131)
- “¿Recuerda lo que le dije cuando llegó usted a este Juzgado? –Le preguntaba el doctor Guacaneme-. La Ley del Embudo está por encima de todos los Códigos del mundo. Cuando un pobre mata es un asesino y cuando mata es un ladrón. Y se le condena inexorablemente. Pero si un rico mata, ejerce el derecho de legítima defensa y si roba es un cleptómano… ¡Y se le absuelve!” (pág. 155)
- “No digas tonterías, Simeón: ¿Cuándo vas a coger seriedad? –replicó Ezequiel. – Habiendo tantas cosas agradables que coger, me parece una inmensa pendejada coger una tan desagradable como la seriedad… -No la cogí cuando podría hacerme servido de algo, mucho menos ahora que ya no la necesito… ¡Quiero morir como he vivido: ¡riéndome! De los andamios sin edificio al fondo, de los estadistas de opereta y de los héroes de zarzuela, de mis acreedores, de mis deudas, de mí mismo…!” (pág. 206)
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