The Lost City of the Incas – Hiram Bingham

The Lost City of the Incas – Hiram Bingham

“So, in 1572, perished the last of the Incas, descendants of some of the wisest rulers America has ever seen”. (p. 86)

Hay libros que he perseguido por un buen tiempo. Libros de los que uno escucha -o, pues, de los cuales uno lee. Libros de los que uno se antoja. Luego viene la tarea de encontrarlos. Especialmente difícil es cuando los libros son viejos, de temas que han pasado de moda. Los únicos ejemplares conservados ellos en estanterías privadas o en bibliotecas públicas.

A veces no importa que esos libros sean clásicos, terminan existiendo únicamente en espacios privados o en edificios públicos; tal como ese tesoro [def. 3. m. Persona o cosa, o conjunto o suma de cosas, de mucho precio o muy dignas de estimación.] que fue retirado por un joven investigador, amparado por algunas de las instituciones académicas más prestigiosas del mundo desarrollado, protegido por una de las más grandes potencias militares de su momento y financiado por su boyante economía -en cuyas bases están la tierra expropiada, el trabajo esclavo, un trato preferencial con las potencias del momento, y el abuso con todos los pueblos hacia el sur del río y del otro lado del Pacífico, pero eso es harina de otro costal ¿cierto?

Así como esas más de 300 cajas de materiales que hoy se encuentran en los Apalaches, este libro no lo encontré entre los Andes sino refundido en el archipiélago de bibliotecas públicas Danés. Valió la pena: sin pagar un céntimo y en mis manos por todo el tiempo que quise. Una historia que empieza con una investigación dónde Bingham tuvo que leer entre líneas redactadas por conquistadores y la historia era un medio para legitimar la expoliación que vendría. ¿Cómo se escribe historia dónde hubo destrucción y pillaje, las estructuras político-administrativas fueron borradas, y nunca hubo escritura? Pregunto por un amigo.

Bingham recorre el nacimiento y vida del Imperio de los Incas, desde su mito fundacional hasta su destrucción, pasando por sus gobernantes así como lo que se ha logrado conocer sobre el estilo de vida del momento. El libro se concentra también en sus viajes por el Perú en busca de la ciudad perdida de los incas. En su camino fue ayudado por los locales, indios en su mayoría cuyo aporte ha sido olvidado por la historia -¡Bingham no descubrió Macchu Picchu, se la mostraron!-, y muchos políticos locales que se deshacían en venias y maromas. En su recuento intenta esconder lo que vio y cómo actuó, intentando ceñirse al mundo inca; así y todo, observaciones racistas aparecen, la vergonzosa calidad de vida de los locales trasluce, y la realidad política se entrevé.

“We gave the Indians small presents on pay day, Saturday. These consisted of beads, mirrors, or other trinckets which had been carefully selected from one of Mr. Woolworth’s emporiums in New Haven.”. (p. 176)

Páginas viejas, como pergamino, una historia donde la primacía está en ese hombre, el hombre blanco, que encuentra, nombra, posee. El pasado Andino pasó a ser dominio del hombre blanco europeo, quien lo escribe, reescribe y publicita. Lo mismo las plantas y animales, y sus usos que un día le dieron a ellos. Esta no es una historia que comienza y termina, sino que continua: el cómo vivir sigue siendo determinado al otro lado del Atlántico y siguiendo a Polaris.

Vuelvo a un tema recurrente en los libros sobre los Andes: la coca. Una planta tan importante que uno de los emblemas de Colombia, el Poporo Quimbaya, existe sólo por su valor cultural. Esa misma pobre nación que en vez de delinear una política pública propia frente a la coca opta por dejarse imponer un proyecto, pensado para castigar votantes, y que lleva a lluvias de glifosato, herbicida que envenena suelos y cuencas. Un programa donde la coca solo es sagrada cuando va con Cola y mascarla es cosa de indios (en sentido peyorativo). Los poporos fueron y siguen siendo usados al mascar la hoja coca, dentro el agente alcalino (hojas, cal, conchas trituradas) extraído ceremoniosamente. Cada poporo crece con las meditaciones. Mascar es crecer, es madurar…

“We found it necessary to conform to the ways of the country and provide each workman, the first thing in the morning, with a handful of dried coca leaves.”. (p. 175)

La historia de Bingham es la misma historia que se sigue repitiendo en América Latina y que ha sido su sino desde que se convirtió en América: si hay algo de valor, se irá. Una tierra rica, pululante de vida, donde un puñado controla tierra y capital, mantiene una pugna desesperada por lograr ser Occidente. Aún así, esta historia me lleva a mis ensoñaciones de montaña: subiendo y bajando los cerros de la Cordillera, conociendo los pueblos desperdigados entre las montañas que al caer la noche parecen pesebres, preferiblemente mascando coca.

Citas:

  • “Mr. O.F. Cook, the distinguished authority on tropical agriculture who was the botanist on one of my Peruvian expeditions, tells me that the Incas and their predecessors domesticated more kinds of food and medicinal plants than any other people in the world.”. (p. 13)
  • “An interesting commentary on the habits of the ancient people and a sidelight on their manners and customs is the abundance of expressions in Quichua for all stages of drunkenness.”. (p.20 )
  • “One cannot help wondering whether it is try that there was a time when the ancient Peruvians, so skillful in so many lines, so inventive in developing art and agriculture and in breeding new plants and animals, also conceived the idea of making a written record but were prevented from doing it by the superstition of the people and the fear of the priests and soothsayers. It is not an impossibility.”. (p. 43)
  • “Even today the Quichuas are noticeably not talkative after consuming much chicha”. (p. 65)
  • “In broad daylight we should never had dared to ride down the tortuous trail that led from the terrace to the bank of the river, but as it was quite dark and we were innocent of any danger, we readily followed the cheery voice of our guide”. (p. 100)
  • “The ruins of what we now believe was the los city of Vilcapampa the Old, perched on top of a narrow ridge lying below the peak of Machu Picchu, are called the ruins of Machu Picchu because when we found them no one knew what else to call them. And that name has been accepted and will continue to be used even though no one now disputes that this was the site of ancient Vilcapampa.”. (p. 177)

Bibliografía:

  • The Lost City of the Incas: the Story of Machu Picchu and its Builders
  • Hiram Bingham
  • 1948
  • New York, United States of America
  • 255 Páginas

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