Narciso y Goldmundo
– Herman Hesse.
“¿Valdría la pena dedicar toda la vida al servicio del arte, a expensas de la libertad y de las grandes aventuras, únicamente para crear un día algo tan hermoso que no fuese sólo vivido y contemplado en amor sino, además, labrado con segura maestría? Trascendental cuestión.” (pág. 233)
Recién terminé este libro me quedé pensando en lo bellamente escrito que está: la prosa, las palabras, las conversaciones, la narración, los personajes, las relaciones, los paisajes. Todos los momentos están cargadas de contenido y están tan bellamente construidos. Es uno de esos casos donde forma y fondo van de la mano. Dónde hay algo para decir y es dicho de la mejor manera posible.
Pensando en esto me preguntaba si la literatura tenía una musa: una de esas divinidades que inspiraban las artes. La historia, por ejemplo, tiene a Clío. ¡Alguien bajó y le susurró al oído a Hesse! Me encontré con un lío: hay varias musas candidatas. Me pregunté en el por qué detrás de esto, la respuesta no es obvia. Hoy día concebimos la literatura de una manera diferente. No solo lo ha permitido el paso de la historia, sino la democratización de la escritura y la lectura, a través de la alfabetización y hoy la digitalización. El resultado es que entendemos la literatura de una manera diferente a cómo se hizo antaño. Eso es posible verlo en las musas griegas. Ellos tenían a la poesía épica (Calíope), la poesía lírica (Erato), la tragedia (Melpómene), la comedia (Talía). Teatro, guerra, poemas. Ese era el mundo de la literatura del mundo Griego clásico. Hoy, las cosas han cambiado: hay otros géneros y subgéneros. La novela, digamos, domina al mundo literario contemporáneo (tan solo hay que ver esta lista). De pronto esas musas de antaño sigan aplicando, como tal vez pueda ser que necesitemos musas nuevas -¿o tal vez darle el mérito al artista?
“Toda aquella vasta tierra, y mucho más de lo que los ojos podían ver, habían recorrido sus pies; todas aquellas comarcas, que ahora eran lejanía y recuerdo, fueron un tiempo cercanía y presente.” (pág. 324)
Esta conversación que nació de la belleza del libro me llevó a preguntarme si la literatura era un arte. Una de las bellas artes. Al parecer la literatura es una de las bellas artes. ¡Éxito! Es un arte bien singular. Depende tanto de quién la está disfrutando: para existir necesita quien la esté experimentando. Un libro no es admirar un cuadro, no es tan universal: se necesita vocabulario, concentración, atención, empatía, paciencia. Tampoco es como un edificio con una función a su componente estético. Un libro puede tener funciones adicionales al componente estético -un mensaje, una crítica, una moraleja- o ninguna función. Un libro puede prevalecer más que la danza o la música. Pero no llega a tener la longevidad de la escultura.
En Narciso y Goldmundo, Hesse es un artista. Se encarga de hacer del mundo un lugar más hermoso. En esta elección atinaron quienes compilaron la lista con toda. ¡Atinaron con toda! Narciso es una flor, también un personaje, así como un mito; Goldmundo es otra flor, también un personaje, no encontré si era un mito. Ambos son amigos, cercanos, pero su forma de ver el mundo e interactuar con él los llevarán a tener experiencias de vida diferentes. Esta novela es esa historia. Viajes. Peste. Destrucción. Desamor. Decisiones. Ver el mundo. Pasiones. Contemplación. El tránsito por la vida. ¡Una obra maestra! Un convento. Viajes por el mundo.
Me dan mariposas al coger este libro y recordar lo que sentí mientras leía. Siempre me comparé con ambos personajes -queriendo ser uno, siendo el otro… Se crea una fuerte relación con ambos: son complejos y su recuerdo sigue conmigo. Herman Hesse es un autor que seguiré buscando. Pero, creo que entendí solo un poco de lo que significa su obra. Será seguir leyendo.
Citas:
- “Has olvidado tu infancia, y ella desde el hondón de tu alma te solicita. Y te hará oir hasta que le prestes oídos…” (pág. 61)
- “Pues también la tristeza se desvanecía, también se desvanecían los dolores y desesperaciones; al igual que las alegrías, pasaban, palidecían, perdían su hondura y su valor, y, al cabo, llegaba una época en que uno no podía ya recordar qué era aquello que un tiempo tanto lo había atormentado. También los dolores se ajaban y marchitaban.” (pág. 307-308)
- “Pero hubiese o no una eternidad, no la anhelaba, no quería nada más que esta vida insegura y transitoria, este alentar, este morar dentro de su piel, no quería más que vivir.” (pág. 337)
- “–Más tarde me hablarás de esto con pormenor. Pero díme, ¿qué fue lo que el arte te trajo y significó para ti? – El vencimiento de la caducidad. Advertí que de este carnaval y esta danza de la muerte, que es la vida humana, quedaba y pervivía algo, a saber, las obras de arte. También ellas desaparecen alguna vez, se queman, se deterioran o las destrozan. Pero siempre sobreviven a varias vidas humanas y forman, más allá del momento actual, un reino sereno de imágenes y cosas santas. Y el colaborar en eso se me antoja bueno y consolador porque es casi perpetuar lo transitorio.” (pág. 356)
Bibliografía:
- Narciso y Goldmundo.
- Herman Hess.
- Editorial Sudamericana.
- Buenos Aires.
- 1986 (¡Vigesimoquinta Edición!).
- 412 páginas.
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