En El Camino
– Jack Kerouac
Nov. 20, 2018
Por mucho tiempo me rondó este libro: lo leía en otros libros, lo veía en documentales, siempre presente en las librerías; lo encontraba nuevo, edición de bolsillo, de segunda, edición especial… Siempre intrigado. Ahora, mientras preparo un viaje pensé: ahora es el momento.
Lo conseguí. Lo leí. Al terminarlo escribí en la última página en blanco: «No sé qué pensar».
Inicialmente fue así; después, con un poco de distancia me han llegado un par de ideas. Sin embargo, de entrada, podría sintetizar el libro en una frase: “El universo entero estaba loco y era un disparate extremadamente raro.” (pág. 68). Y sí, a ellos, a los protagonistas, los vemos como los locos, los anormales, desde nuestra normalidad, ella que es también loca y rara. Todos estamos un poco locos. Incluso esta realidad que nos esforzamos tanto por comprender y moldear a nuestro antojo. Pero, recordando a Chomsky. el universo es algo que no tenemos capacidad para comprender. En últimas, todos estamos locos, todos somos raros.
Tomé este libro creyendo que me iba a llevar a recorrer al Gran Estados Unidos. Un libro de la línea de Lolita con sus visitas a pueblos y moteles; o como Into de Wild visitando todo tipo de parajes; tal vez un Zen y el Arte de Reparar Motocicletas atravesando bosques y montañas. Incluso, ansiaba algo en la línea de poetas del wilderness como Muir o London. Y pues no, tal vez se parece a Nabokov, pero en lo bizarro. ¡ Hay que reconocérselo, Kerouac lo hizo, me llevó a recorrer los Estados Unidos, fuimos y volvimos de Costa a Costa, también de Norte a Sur. Pero, no de la manera aséptica, decente, pulcra, contemplativa y tranquila que yo esperaba.
Vayamos entonces a lo central: el sueño americano. Un mito sobre un estilo de vida singular que se supone es típico (y alcanzable) de los Estados Unidos. Esta idea, un prejuicio, permeó mi acercamiento a la novela. En un principio este mito se concentraba en una sensación de satisfacción frente a la vida, de bienestar y tranquilidad alcanzada por un modesto diario pasar compuesto por: trabajo, familia y casa. Ahí estaba contenida la experiencia americana: economía de producción, valores y sociedad. ¡Eso era la nación! Tener los tres equivalía a estar bien en la vida, estar tranquilo, sentirse bien, estar (¿o ser?) feliz.
“La cosa no es tan sencilla como eso -me previno Dean-. La paz llegará de improvisto, no nos daremos cuenta cuando llegue… ¿Te das cuenta, tío?” (pág. 162)
Hoy ese mito ha cambiado: de la tranquilidad de antaño se pasó a una intranquilidad de hoy, dónde ya no es la propiedad de un bien inmueble sino más bien la posesión de un sinnúmero de bienes muebles, sensaciones y experiencias -de consumo- los que llevarán a la satisfacción en la vida. Ahora bien, aunque nuestro momento presente no es el punto sobre el cual versa el libro, bien podremos utilizar la siguiente frase : “Tenemos la obligación de evitar que nos impongan su modo de vida.” (pág. 97). ¿Cuál es el modo de vivir adecuado?
Ahora, volviendo a la historia, dentro de esta imagen de película y ensueño entran Dean, Sal y sus compinches con otra propuesta: “No habíamos conseguido nada en concreto. Pero ¿es que había algo que conseguir?” (pág. 124). Una contraposición a los ideales conservadores y moderados de la posguerra; ideales que claramente intentaban emular de un sueño romántico sobre las comunidades puritanas de siglos anteriores. Solo hay que comparar la foto de la familia ideal de clase media todos frente al porche de la casa (que recuerda a American Gothic (1930) de Grant Wood): los roles de género bien definidos, el delantal se repite en ambas imágenes haciendo alusión a la mujer en la casa y la cocina, el maletín de cuero reemplazó a la horquilla, la casa sigue siendo del mismo tono pastel, el porche está ahí para las tardes de verano, el perro echado al frente…
Ahí entran este grupo de amigos quienes a las comidas en horarios fijos, la enfrentan con el hambre y los atracones de licor; a la casa color pastel, le contraponen el carro, el tren, el bus; al trabajo respetable, ningún oficio particular; a los valores puritanos, unos anti-valores excesos, robo, mentira, falta de compromiso, abandono, huida…; a la rutina, la enfrentan con espontaneidad; ante la cómoda vida sedentaria, escogen el camino ininterrumpido.
Y, sin embargo, llegará el fin: “Quiero casarme -le dije-, quiero que mi alma repose junto a una buena mujer hasta que nos hagamos viejos. Esto no puede seguir así todo el tiempo. Este frenético deambular tiene que terminarse. Debemos llegar a algún sitio, encontrar algo.” (pág. 154) ¿Será que está en todos? ¿Unas ansias por embriagarnos de la vida misma y todo lo que ofrece para luego sentarnos a pensar en el camino recorrido y vivir una vida apacible? Locura en la juventud, tranquilidad en la vida adulta.
¿O será este también otro mito más?
Ahora, mi selección de citas para este libro tan loco:
- “Era simplemente un chaval al que la vida excitaba terriblemente, y aunque era un delincuente, sólo lo era porque quería vivir intensamente y conocer gente que de otro modo no le habría hecho caso.” (pág. 15)
- “… porque la única gente que me interesa es la que está loca, la gente que está loca por vivir, loca por hablar, loca por salvarse, con ganas de todo al mismo tiempo, la gente que nunca bosteza ni habla de lugares comunes, sino que arde …” (pág. 17)
- “Si seguís así os vais a volver locos, pero entretanto no dejéis de mantenerme informado de lo que pase.” (pág. 71)
- “Sentí una punzada en el corazón como me ocurre siempre que veo a una chica que me gusta y que va en dirección opuesta a la mía por este enorme mundo.” (pág. 110)
- “Algo saldría aún. Siempre hay algo más, un poco más, la cosa nunca se termina.” (pág. 313)
Bibliografía:
- En El Camino
- Jack Kerouac
- Editorial Anagrama
- Barcelona
- 2017
- 396 páginas
Con En El Camino llevo 39 libros de la lista. En cambio, para mi proyecto de leer mil libros en diez años llevo 125 libros. Lo que traduce a que mientras llevo un 3,9% de esa lista compilada por The Guardian, a mi proyecto lo llevo en un 12,5%. Más o menos por cada dos libros de fuera de la lista leo uno de la lista.
Ahora bien, en este momento estoy en el cuarto año del ejercicio (2018-2019), lo que significa que he estado leyendo unos 34 libros anuales; 66 libros por debajo de la marca. Me hacen falta seis años y cinco meses del proyecto. Para lograr mi cometido tendré que leer 875 de hoy hasta el 10 de abril de 2015. Unos 136 libros anuales hasta esa fecha. Un libro cada tres días… En cambio, si continúo leyendo a este ritmo de 34 libros anuales necesitaré 29 años para terminar. Es decir, cuando este acercándome a mi sexta década de vida estaré terminando…
Yo siempre supe que esta iba a ser una tarea complicada, bastante difícil, casi que el fracaso estaba augurado desde el comienzo. Pero ¿pierde alguien que leer? Yo no lo creo así. Cada libro ha sido una pequeña victoria. Tengo el pálpito que tal vez no logre la marca de los diez años para los mil libros, pero no será por mucho.
Fin de la lectura: Noviembre 18 de 2018.
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