Demián – Herman Hesse.

Demián

– Herman Hesse.

Éste es el 3 libro que leo de Hermann Hesse y apenas ahora descubro que Hesse fue galardonado con un premio Nobel de literatura. Tal como los anteriores, me pareció bellísimamente escrito -más poesía que novela. Los diálogos entre personajes (y sus monólogos internos) son sopesados y profundos -más filosofía que novela. La historia contenida en las páginas de esta corta novela sigue a un joven, a su tutor, y algunas personas que lo influencian. Y, así como otras de las historias de Hesse, ésta tiene más bien pocos personajes, pero reciben buen tiempo debajo de la luz. La prosa es espectacular, incluso para una traducción: las frases están bellamente construidas, son fluidas y no temen ser largas.

Pero, aunque consideraba válidos sus consejos, no podía transmitirlos; no sabía dar un consejo que no proviniera de mi propia experiencia y que yo mismo no me atreviera a seguir consecuentemente. Me quedé callado y me sentí humillado por no saber dárselo a alguien que venía a pedírmelo.” (pág. 144)

Es algo especial leer a este autor. Cada vez que lo he leído me he preguntado: ¿de dónde vendrá su inspiración? ¿Cuál será su filosofía? ¿A quiénes habrá leído? ¿Qué libros me recomendaría? Me impresiona la manera cómo escribe y los temas que aborda. Al hacerme estas preguntas, sin embargo, reconozco una y otra vez que mi lectura es bien superficial, que preciso de una lectura más crítica del autor. ¿Será que fue buen momento para leerlo, o debería haber esperado un poco más?

Acostumbramos a trazar límites demasiado estrechos a nuestra personalidad. Consideramos que solamente pertenece a nuestra persona lo que reconocemos como individual y diferenciador. Pero cada uno de nosotros está constituido por la totalidad del mundo; y así como llevamos en nuestro cuerpo la trayectoria de la evolución hasta el pez y aun más allá, así llevamos en el alma todo lo que desde un principio ha vivido en las almas humanas. Todos los dioses y demonios que han existido, ya sea entre los griegos, chinos o cafres, existen en nosotros como posibilidades, deseos y soluciones. Si el género humano se extinguiera con la sola excepción de un niño medianamente inteligente, sin ninguna educación, este niño volvería a descubrir el curso de todas las cosas y sabría producir de nuevo dioses, demonios, paraísos, prohibiciones, mandamientos y Viejos y Nuevos Testamentos.” (pág. 131)

Una idea que he venido revisitando en mis entradas y que también se ha vuelto parte de mi filosofía nació con leer a Hesse; comenzó en Narciso y Goldmundo y se consolidó con este libro: que la totalidad de la experiencia humana está contenida en cada ser humano -solo es ver la cita de arriba. No es el mito occidental de la igualdad, que refuerza la individualidad y podría estar contenido en ese sonsonete “serás todo lo que puedas ser, todo lo que puedas ser tú serás”. No, no es esto. Es más pensando en Abraxas que llega esta idea: la oscuridad, la maldad, y la luz, bondad, contenidas ellas dentro de una sola entidad. No es el Dios omnipresente, omnipotente, infinito y bondadoso (¿de dónde vendrá esto?) que por alguna razón tiene una fuerza que se le opone, poniendo en jaque así su omnipotencia. Un Dios que da lugar a humanos, creados a su semejanza pero de alguna manera corruptos (¿y eso cómo pasó?), que cargan con el pecado y por tanto la maldad. La oscuridad se vuelve un castigo, nuestro sino.

No, no es esa la idea. Creo que esa mitología llevó a que en vez de ser una elección el obrar bien, se convirtió un castigo el errar. Poniendo sobre nuestras cabezas una espada colgante durante toda nuestra existencia. Abraxas, en cambio, nos recuerda la posibilidad de. La posibilidad de obrar bien, así como la de obrar erróneamente. Es ingenuo, casi infantil, rechazar la posibilidad de la maldad dentro del alma humana. Dentro de cada uno de nosotros está contenida toda la maldad y toda la bondad de la humanidad. Pensar así podría llevarnos a un poco más de tolerancia, empatía y comprensión hacia aquellos que erran. En vez de buscar el castigo, podríamos pensar en otro camino.

Sé que tengo que pulir esta idea un poco más, pero agradezco a los libros por irme permitiendo tener ideas más elaboradas de la experiencia humana y la vida. Ahora, para cerrar hablemos de bibliotecas.

Crecí rodeado de libros, pensando que una biblioteca me permitiría conocer a una persona o a una familia -así como que su ausencia podía también ser muy disiente. Mirar dónde alguien decide poner esta biblioteca -si en público o en privado- y qué libros contiene, se ha vuelto una manera bien entretenida de jugar a adivinar el carácter de una persona. También es una buena manera de entablar conversaciones. Acá entre nos, todos deberíamos andar con el libro que estamos leyendo debajo del brazo: ¿a quiénes conocería si tuviese Las Venas Abiertas de América Latina conmigo? ¿De qué hablaría con Zadie Smith a la mano?

Hay bibliotecas organizadas, otras caóticas. La mía está separada en ficción y no ficción, en ambas en orden alfabético. Yo recolecto libros erráticamente: adquiriendo varios en una sola visita a una librería, consiguiendo uno solo en una librería de segunda, no ampliándola por meses, y así. Nunca con orden de entrada, siempre ordenados en casa. En cambio, un buen amigo lector lo hace sistemáticamente -1 libro nuevo al mes-, siempre de los mismos temas (economía, derecho e historia) y todos organizados siguiendo su propio sistema. Hay otras personas que adquieren todos los libros de un autor(a) de un solo golpe, o en un seguidilla -tal es el caso de mi madre, por ejemplo con Svetlana Alexeiévich o Joel Dicker.

Demián vino de una de las librerías más extrañas que conozco: la de mi padre. Los libros están organizados de cualquier manera, están desperdigados por doquier y no les hace seguimiento. Bien puede conseguir cinco libros de un solo golpe, como prestar cuatro de manera indefinida. ¡Es famoso por prestar libros ajenos! ¿Qué dice esta biblioteca de él? No lo sé, pero estoy seguro que no ha caído en cuenta que tengo este libro de Hesse desde hace tiempo.

Citas:

  • “Si no fuéramos algo más que seres únicos, sería fácil hacernos desaparecer del mundo con una bala de fusil, y entonces no tendría sentido contar historias. Pero cada hombre no es solamente él; también es el punto único y especial, en todo caso importante y curioso, donde, una vez y nunca más, se cruzan los fenómenos del mundo de una manera singular. Por eso la historia de cada hombre, mientras viva y cumpla la voluntad de la naturaleza, es admirable y digna de toda atención. En cada uno se ha encarnado el espíritu, en cada uno sufre la criatura, en cada uno es crucificado un salvador.” (pág. 10)
  • “El hombre a quien quiere matar nunca es fulano o mengano; seguramente es sólo un disfraz. Cuando odiamos a un hombre, odiamos en su imagen algo que se encuentra en nosotros mismos. Lo que no está dentro de nosotros mismos no nos inquieta.” (pág. 140)
  • “En estos momentos tuve una certeza fulminante: cada uno tenía una ‘misión’, pero ésta no podía ser elegida, definida, administrada a voluntad. Era un error desear nuevos dioses, y completamente falso querer dar algo al mundo. No existía ningún deber, ninguno, para un hombre consciente excepto el de buscarse a sí mismo, afirmarse en su interior, tantear un camino hacia delante sin preocuparse de la meta a la que pudiera conducir.” (pág. 157)

Bibliografía:

  • Demián
  • Herman Hesse
  • 1984
  • Alianza Editorial
  • 204 páginas

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