Hacia el Corazón del Amazonas – Valerie Meikle.

108. Hacia el Corazón del Amazonas – Valerie Meikle. 

«Algo que he notado es que entre más lejos se esté del mundo civilizado, más espiritual se llega a ser. Parece que sin las trabas de nuestra civilización, sin la comodidad, ni las amenidades como el teléfono, la televisión o el carro, sentimos la cercanía de la energía divina, siempre presente, protegiéndonos y guiándonos.«. p. 52

Este libro guarda un lugar especial para mí. No solo porque me haya servido de apoyo y aliento en el presente de mi vida -un momento de preparaciones-, sino también porque sus conversaciones resuenan con aquellas que me he hecho con alguna regularidad. Un libro especial: aliento y eco; ánimo y reconocimiento.

La mayoría de citas que encontré en este libro hablan de viajes. Es un libro de viajes, pero estaría mintiendo si dijera que encontré esas citas. Era tanta la excitación ante la cercanía de mi propio viaje -con el llamado de lo salvaje reventándome los tímpanos- que claramente fui ELIGIENDO cada una de las oraciones que defenderían mi decisión de partir hacia lo desconocido. Sin reconocerlo las estaba buscando: rastreando ideas en línea con mi punto de vista, que apoyaran mi idea, y cimentaran mi cosmovisión. Que dijeran: “salir es una buena decisión”. 

«Todo viaje comienza con una despedida, una separación«. (p. 39) 

Hay veces cuando los libros parecen darnos consejos, que en realidad somos nosotros viendo nuestro reflejo en sus páginas. Más que leyendo para expandir mi mundo, leía para justificar mi mundo. Ese es un gran problema al leer. Uno que no he encontrado no solo en mí, sino en muchos a mi alrededor quienes leen ya sea un solo libro, solo libros académicos o incluso solo novelas. Cada quien defendiendo su dogma, su realidad, a su manera. 

¿Cómo salir de este problema? ¿Cómo hacer para darle una oportunidad a la complejidad del mundo? Una idea es involucrar personas en el ejercicio lector, pero, seamos honestos: los bibliófilos somos un montón de introvertidos… De cuenta nuestra: la especie se extingue. En esta misma línea nuestra autora se enmarca en un espectacular viaje que defenderá su propio ser en el mundo: flotando río abajo por afluentes del Amazonas, yendo hacia el Oriente con las aguas que nacen en el piedemonte andino y van a morir al Atlántico. Al hacerlo encontrará más argumentos para criticar al Occidente que ha abandonado. ¡Yo estoy de acuerdo con ella! 

«Al enfrentarnos, al abrirnos a lo nuevo, a lo desconocido, al río, de súbito supimos, sin duda alguna, que lo que iba a suceder en el camino sucedería y nosotros lo viviríamos, plenamente, fuera lo que fuera.». (p. 139-140) 

Nuestra aventurera (extranjera-pero-colombiana) toma el cauce del río Putumayo. Ese que crea una frontera ficticia entre comunidades que han sido imaginadas desde dos capitales como lo son Bogotá-Colombia y Lima-Perú. Un río en cuyas orillas hubo y sigue habiendo heveas, pero esa es otra historia que Vargas Llosa cuenta mejor. Valerie en vez de seguir esos árboles lechosos aprende de los indígenas cómo vivir en la selva, viviendo junto con ellos durante años, para un día hacer una canoa y seguir el Putumayo hasta … Ya, más bien léanlo.

Hay tantas historias (muchas que no sé si son más bien mitos) que han acaecido en esas aguas que ella iría zurcando: está la travesía de Humboldt por el Orinoco hacia el Amazonas siguiendo el canal del Casiquiare; o esas peñas del Chiribiquete pintadas hace decenios. He leído sobre un río que penetra una montaña. En un libro infantil sobre el Yuruparí encontraba mantarrayas gigantes. Lugares que encantan, dónde se repite y se reinventa El Dorado, y el visitante encuentra lo sublime… 

Esa figura de una mujer aventurera sí que es sinigual. Hay algunos nombres por ahí, como la exploradora australiana Robyn Davison, que hizo la increíble odisea de entrenar camellos para luego atravesar en su lomo los desiertos australianos. O, la caminante Sarah Marquis quien despacito y a pie va viendo el mundo entero. Tanta valentía, tanta fuerza, tanto coraje, y lo de las expediciones son lo de menos: para romper esos tabúes, prejuicios y dogmas frente al género. ¡Inspiradoras! Espero no sigan el arquetipo del hombre explorador: buscando tierras y cumbres OBVIAMENTE vírgenes, arriesgándose y a otros, no reconociendo el trabajo de los pobres y los morenos, dejando familias atrás así como descargando sus responsabilidades en otras. 

Yo sueño con tantas expediciones mientras muero del miedo: El Camino del Inca con una llama al lado (y obvio mis perros), el PCT en solitario, descender la corriente del  río Magdalena… El viaje de Valerie fue por ríos, el mío también lo ha sido también: pero solo un par de semanas y en canoa de fibra de vidrio. Reviviendo su aventura entre este libro, me preparaba para mi tiempo sobre una canoa. Recordando a Wim Hof mientras remaba en una madrugada de primavera, añoraría los ríos de la cuenca del Amazonas y soñaría con viajes por el continente del Sur.. Por eso este libro tiene un valor tan especial para mí: me ayudó tanto en mi despedida, como en tomar ese último impulso para la aventura que se venía. Quiero más aventuras, otra y que le siga otra más. Al cabo, después de un viaje, nos enseñó Campbell, vendrá nuevamente el status quo….

Es importante tener libros así: que guarden un lugar especial. Libros-trayecto o libros-hito. Lecturas que recuerden un evento especial, un momento, o un proceso. Tal vez podamos un día, muy viejos ya, construir una biblioteca especial, compuesta por libros especialmente importantes que, mal que bien, cuenten algo de la persona que haya organizado esta biblioteca misma. Una suerte de libro-grafía, biblio-grafía, bio-blioteca, no lo sé aún; el concepto está en proceso de construcción. Sería algo así como una bitácora, un diario, llevado a su máxima expresión: los libros que forjaron la manera de pensar de determinada persona. Los libros que forjaron a determinada persona.

«Pero la pregunta más común era: ‘¿Y ustedes qué les enseñan a los indios?’ Y se sorprendían cuando les respondíamos: ‘¿enseñar? Nosotros no tenemos nada que enseñarles a ellos. Nosotros vamos sólo a aprender; a aprender de ellos.‘». (p. 174)

Pero, las personas no son tan simples como para ser definidas tan solo por los libros que han leído. Están las experiencias, las relaciones con animales, humanos y paisajes, las emociones. El mundo, a su vez, es demasiado complejo, e interesante. Quiero seguir leyendo para conocerlo un poquito más. Por lo menos hasta cuando tenga la valentía de Meikle que se arriesgo a vivirlo.

«Llegaron a nuestra memoria otras ocasiones en que teníamos planes de viajar a lo desconocido y cómo la gente en general trataba de disuadirnos, de desanimarnos. Cómo exageraban los posibles peligros, cómo hablaban de todo lo malo que nos podía pasar. Pero por nuestra propia experiencia aprendimos a no tomar en cuenta esas advertencias pesimistas. Aprendimos que los peligros del camino son nada más y nada menos que los mismos peligros de la vida. Sólo el hecho de estar vivos nos abría a ciertos peligros y vivir plenamente implicaba estar abierto al riesgo. cuando continuamente nos negábamos a tomar riesgos, cuando persistíamos en cuidarnos de lo inesperado, de lo desconocido, nuestra vida era sofocada y la existencia se volvía nada más que una rutina gris. No arriesgarse puede volverse un hábito y el hábito tenía el peligro de convertirse en un vicio. El vicio de escoger siempre lo seguro, playing it safe, troncaba nuestra vida y era un insulto a nuestra energía de fuerza vital que se renovaba cada vez que confiamos en ella: cada vez que tomábamos un riesgo. Y ¿no será que el vicio de evadirnos de la vida nos mataba?». p. 150

En mi defensa: ¡se requiere de mucho coraje para leer!

Bibliografía:

  • Hacia el Corazón del Amazonas
  • Valerie Meikle
  • 2017
  • Editorial Planeta
  • 320 páginas