152. On Guerrilla Gardening – Richard Reynolds
En el primer semestre de 2021 leí este libro. El contexto: una cuarentena (situación algo extraña en 2018), estando en un país algo ajeno, en una estación del año algo desconocida. Esa no es la historia completa. El primer año de la pandemia lo pasé en Dinamarca. Un país dónde no utilizaron la figura del encierro, pero sí cerraron: fronteras, espacios públicos, oficinas del Estado, espacios privados de congregación. Allí limitaron contactos y grupos en público -el punto más solitario fue a 5 personas- y en privado también. No hubo toque de queda, pero con ese frío no había necesidad. Como en el resto del planeta, el Estado se arrog´o la potestad para restringir y moldear las interacciones humanas. Luego, llegó el invierno: 6 horas de luz al día, temperaturas por debajo de los 3 grados, y ya en Febrero muy por debajo de 0. ¡Fue en este contexto que escribimos una tesis!
Improvisando, escribí sobre jardines: uno de los pocos espacios que podían visitarse, y dónde las personas aceptaban reunirse siempre a una distancia prudencial. Empecé viendo quienes acudían al principal jardín de la ciudad, el Jardín Botánico, analizando qué hacían. Curiosamente, ninguno se relacionaba con las plantas; todas ellas en ese letargo de invierno, sin flores, ni hojas, ni frutos. Al cabo de un tiempo me tocó seguir mi improvisación: pasando a la ofensiva e interactuando yo mismo con las plantas. Pronto estaba sembrando dentro de mi casa. Fue en este momento que escuché de ‘Guerrilla Gardening’ y a la par conocí un grupo de viejos que con rebeldía salían a ‘jardinear’.
En primer lugar, ¿qué es eso de ‘guerrilla gardening’? El problema es el siguiente: el espacio es limitado. El capital siempre puede aumentar. El trabajo crecerá, o se hará más eficiente -o nos reemplazarán robots. En cambio, la única manera de tener más tierra es deforestando (lo que acá llaman ‘tumbando monte’), utilizando bizarras técnicas agrícolas, conquistando desiertos. Estamos viendo cómo con cada década se hace más costoso expandir, tener, mantener y retener las tierras agrícolas, tan necesarias para generar energía y comida baratas. Hay un límite planetario al problema de la tierra.
“Most people own no land. Most of us live in cities and have no garden of our own. We demand more from this planet than it has the space and resources to offer. Guerrilla gardening is a battle for resources, a battle against scarcity of land, environmental abuse and wasted opportunities. It is also a fight for freedom of expression and for community cohesion. It is a battle in which bullets are replaced with flowers (most of the time)”. (p. 5)
Si la tierra es limitada, la tenencia sobre la tierra y el acceso a la tierra también son restringidos -algo que sabemos muy bien los latinos. Tanto en ciudades como en el campo son pocos quienes son dueños, esos pocos deciden el destino sobre el espacio: su fin y los medios para llegar a él. En mi experiencia -¡y trabajo de campo para la tesis!- he visto que en las ciudades prima el concreto, en los entornos peri-urbanos se idolatra el pasto, y ya en las zonas agrícolas el ganado es rey.
“Over the hill from that garden is another patch of cultivated private space. This one so big we call it a market garden or farm, and while the owner there may grow strawberries (Fragaria x ananassa) instead of red roses (Rosa ‘Super Star’) the basic structure is the same: a home and a private garden.”. (p. 4)
¿Nos resuelve esto nuestra pregunta? No es sino el problema, ‘guerrilla gardening’ es una posible solución: la práctica de sembrar en la tierra que le pertenece a alguien más -¡cuidado con hacerlo en Colombia! Al menos así lo define el autor de este libro, comandante en jefe (auto proclamado) de las fuerzas revolucionarias de la jardinería. La idea es sencilla: sembrar para embellecer, o sembrar para alimentar; pero, sembrar. Darle otro uso a los espacios que pueden albergar algo de vida. Es un grito, un llamado de atención, un acto político. ¡Hay jardineros de este estilo por todo el planeta!
Pese a que nunca lo creí posible, leyendo estas páginas vi que hay mucha variedad entre los jardineros. Están quienes cosechan comida, sea de manera individual, o colectiva -por ejemplo, el famoso jardinero gangster, Ron Finley. Hay jardines comunitarios por doquier: en espacios donados por privados, tomados del gobierno, entregados por el gobierno y personas naturales. También hay jardineros que buscan -a lo George Monbiot– espacios salvajes en sus jardines: dejando de podar, esparciendo semillas locales, invitando aves para que con sus heces esparzan semillas. Los ‘guerrilleros de los jardines’ -¿o jardineros guerrilleros?-, fueron/son una moda, un trend, que surgió y ha ido decayendo, que siembran con ideales, principalmente como ejercicio político, reclamando espacios, embelleciendo ciudades.
Yo vuelvo y pienso: el problema central es la propiedad de la tierra que determina el poder de decidir. En muchas situaciones relatadas por el autor, el asunto termina siendo de autoridad: ‘yo soy dueño, yo decido’. La filosofía política de estos jardineros clandestinos es tendiente al anarquismo, que no es lo que los medios de comunicación nos han presentado, sino un deseo por mayor horizontalidad -para eso, hay que leer a David Graeber. Toda semilla es un acto político.
“Gardening on land that is not yours without permission puts you in direct conflict with the landowner and those who are employed to enforce rules.”. (p. 134)
“The police may be trouble because they are there to uphold society’s rules and you are breaking them.”. (p. 134)
Siendo el asunto de poder, la respuesta de este jardinero se enmarca dentro del discurso patriarcal imperante: hay un montón de llamados hacia masculinizar el ejercicio de la jardinería. Reynolds tiene una vibra mas bien machista en lo discursivo, que no me simpatiza: se apropia del movimiento, aclamándose intermediario, experto y puente; estableciendo una jerarquía (materializada en número de afiliación dónde él será el primero, el Adán); y luego lo nacionalizando el ejercicio (Para el autor, la historia de guerrilla gardening comienza en Inglaterra “Our story therefore begins in seventeenth century England” p.66). Hay mucha oda y ego… Sin mencionar sus constantes esfuerzos por hacerse ver como un líder político-militar, que lee sobre liderazgo, y estudia las tácticas militares de El Ché. Para la muestra, un botón:
“For guerrilla gardeners, as for their military counterparts, a big battle is unnecessary and ineffective: when it comes to war (especially one involving plants), small really is more beautiful.”. (p. 6)
¿Por qué lo hace? ¿Para ganar adeptos? No lo sé. Lo que indagué es que el jardín es un espacio altamente político, y en él hay cuestiones de género -un libro recomendado sobre la historia de los jardines es Hoyles, M. (1991). The Story of Gardening. En un momento de la historia, divisiones en cuanto a responsabilidades se materializaron en violencia de género. Primero, las preservadoras de los conocimientos sobre plantas medicinales fueron perseguidas, proscritas y descalificadas: sí, las ‘brujas’ son mujeres yerbateras. Para, que después, cuando llegaran los oficios, los hombres se ascendieron a sí mismos, catalogándose de expertos (biólogos, botánicos, médicos). Mientras tanto, las mujeres cargarían con el trabajo pesado de escardar (weeding), un trabajo que había sido diligentemente desprestigiado y, lógicamente, sería mal pago. Reynolds existe en esta realidad, su ‘dominación’, vocabulario, acciones, que tan frecuentemente parecían cómicos los terminé viendo como su modo de expiar su pecado de hacer una práctica femenina: la ir a los jardines. Tanto esfuerzo para reinvindicar su masculinidad.
Ahora, quiero hablarles de mis viejitos jardineros: Botanisk Have Venner: Los Amigos del Jardín Botánico. ¿Su historia? La individual es compleja y no la puedo narrar; pero, la colectiva es que hace unos años la alcaldía (Kommune) de la ciudad decidió que, por costos de mantenimiento, lo mejor era prescindir de una sección del jardín dedicada a las flores. Con más de cincuenta variedades de rosas (de nombres fabulosos como Alexander, la Reina de Suecia o Charles Darwin) el área es conocida como el valle de las flores. Allí, cuando comienza la primavera, casi que cada semana, en virtud de la humedad, de la cantidad de luz, del calor, diferentes flores van retoñando, asomándose tímidamente, esperando no errar en la fecha y así no morir con una helada. Hay semanas blancas, amarillas, lila, es algo mágico. Los viejitos protestaron: “si el problema es de plata -corearon- para pagar la mano de obra, pues, seremos nosotros sus jardineros; ¡al cabo estamos pensionados!”.
Y sí, ¡lo han sido! Por años un grupo de pensionados y pensionadas han ido todas las semanas durante primavera, verano y otoño a cuidar de las flores, deshierbar, sembrar, semillar. A veces tienen apoyo de jardineros y botánicos entrenados, quienes van y los visitan desde invernaderos propiedad de la universidad e intercambian conocimientos. A pesar de sus años de experiencia, es tal la humildad de todas las partes involucradas, el respeto por la labor que cada uno emprende y el reconocimiento del conocimiento adquirido. Es un lujo acompañarles: comienzan a trabajar poco después del almuerzo, lo hacen por un par de horas, luego parar a compartir café y galletas: su ‘hygge’ (calor humano, comfort, comodidad) dentro del jardín. Yo era el jardinero más joven, ¡por varias décadas! Pero qué enseñanza fue esta.
Mi moraleja de esta historia: ¡los libros se saltan el papel! Este libro fue el primero de jardinería. Aunque se enmarca dentro de una línea argumental -sobre nuestra relación con la tierra, la historia de las ciencias, la producción agrícola, y la extinción de especies– de temáticas que venía explorando desde hacia una tiempo, éste, por encima de los otros, me invitó a pasar a la acción. Desde ese entonces no he parado de hacer jardinería: en viñedos, conventos, casas de familia, fincas, patios. Empecé en casa con semillas dentro de cáscaras de huevo, plantándolas en parques, haciendo -como me enseñó Reynolds- bolas de tierra cargadas con semillas para arrojarlas por ahí. En Dinamarca creo que nunca germinó nada que haya plantado. Pero, sigo ahí: relacionándome con las plantas, cultivando una pequeña huerta, escuchando sus necesidades y pensando, muy a menudo, ese prado lo puede reemplazar algo más.
Una advertencia: una tesis implica leer montones sobre un mismo tema. Casi nunca leerás libros completos pues faltará el tiempo, con frecuencia serán solo capítulos. Con esta rutina es importantísimo tener a la mano otros libros, de otros temas, más digeribles, que despejen la mente y traigan esperanza. Ese es nuestro próximo libro: un respiro.
Citas:
- “Even when one has permission, cultivating a garden is always a fight. We cut back one plant to allow another one to flourish; we scatter seeds, but we rip weeds and snatch away flowers and fruit before their seed has dispersed. Our gardens are scenes of savage destruction. Animals uproot, frosts cripple, winds topple, rains flood.”. (p. 1)
- “Before choosing what to grow you need to ask yourself questions about your mission. What has motivated the fight? Is your priority beautification or harvest? Are you encouraging native species, or is your vision an incongruous horticultural statement? What constraints do you face in this warfare -from the landscape, from enemies? Are you starting with a particular location in mind and finding plants to suit it, or is it the whole way around? Do you want to become a regular troop or just make occasional sorties? How will you ensure the community benefits from your gardening, and is this important to you?”. (p. 88)
- “There are three key horticultural tactics you can deploy to achieve maximum impact: colourful plants, incongruous plants, and fragrant plants”. (p. 89, 90,91)
- “Many thriving community gardens that began as guerrilla activity are now microcosms of a different kind of society, one that is happier, more sociable and sustainable. Even a transformed roadside verge signals the potential for change. We know we should take greater responsibility for the health of the planet by changing our patterns of consumption and production. Gardening is one step in the right direction -and guerrilla gardening is making that step regardless of the obstacles. Choosing to cultivate someone else’s neglected land is taking responsibility where others have not.”. (p. 193)
Bibliografía:
- On Guerrilla Gardening: A Handbook for Gardening Without Boundaries
- Richard Reynolds
- 2009
- Bloomsbury Publishing Co
- London
- 204 páginas
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