“Lo que un hombre, durante su infancia, ha tomado de la atmósfera de la época y ha incorporado en su sangre, perdura en él y ya no se puede eliminar.” (p. 21)
97. El Mundo de Ayer: Memorias de un Europeo – Stefan Zweig
Stefan Zweig llegó a mí tras una recomendación: “Hay un autor que seguramente te gustará. Es como un poeta [pausa] Zweig”. Tan solo eso: una profesión y un apellido. Por esos días trabajaba como profesor de sociales y debía con frecuencia estar releyendo historia de Europa: repasando libros y novelas para tener los datos al derecho y también anécdotas que compartir con mis adolescénticos estudiantes. La historia Europea, una historia regional que tantos han confundido con Historia UNIVERSAL. Pero, ese error (o imposición) es otro tema…
“Y es que sólo lo que no se tiene estimula el apetito, sólo lo que está prohibido incita el deseo, y cuantas menos cosas veían los ojos y oían las orejas, tanto más fantaseaba el pensamiento.” (p. 109)
Fue bien simpático lo que siguió a la sugerencia. A los días, fui a mi librería favorita a preguntar qué había de él. El librero abrió sus ojos como platos: “¡Excelente autor!” Al parecer, con mi solicitud había logrado llenar de orgullo a mi librero. ¡Vaya a saber! Eso me alegró montones: me envanecí con la aprobación, nunca creí que eso me iba a importar, pero era de esperarse llevo un blog sobre libros… Con paso enérgico se dirigió diligente a la sección y tomó un libro con una emoción que delataba su espera por que alguien lo pidiera. “Tenemos éste.”, dijo sonriendo mientras me lo entregaba. Lo que siguió fue tierno: el librero saltaba su mirada expectante entre el libro (que yo ya sostenía) y mi mirada atenta a la portada, intentando leer mi reacción, imaginándose mi lectura, ponderando si la relación iba a prosperar.
“[…] no quería dar otro ejemplo que no fuera éste: que la persona puede ser libre y fiel a sus convicciones incluso en contra del mundo entero.” (p. 339)
La persona que me sugirió este libro ya no se encuentra cerca. Le agradezco todavía esta presentación, pues el texto ha madurado fabulosamente. Es un libro que he recomendado infinidad de veces, sobre el cual hablo cada vez que se presenta una oportunidad, y hay secciones del mismo a las que mi imaginación va cada tanto: el colegio, las calles de Viena, la vida en París. Son episodios que casi se han vuelto memorias mías. ¿Será que así empezó Alonso Quijano?
“De repente todos los Estados se sintieron fuertes, olvidando que los demás se sentían de igual manera; todos querían más y todos querían algo de los demás. Y lo peor fue que nos engañó precisamente la sensación que más valorábamos todos: nuestro optimismo común, porque todo el mundo creía que en el último momento el otro se asustaría y se echaría atrás; y, así, los diplomáticos empezaron el juego del bluf recíproco.” (p. 254)
Zweig fue un ensayista, poeta y también dramaturgo: era hábil con la pluma. Esto es evidente en El Mundo de Ayer. En mi edición, la traducción de Joan Fontcuberta Gel y Agata Orzeszek Sujak hace un trabajo impecable: manteniendo la ligereza de las oraciones y la fluidez de la lectura. ¡El trabajo de poetas! Este libro confunde, más bien, me confundió a mí. Está tan bien redactado y el trabajo por construir el paisaje y sus personajes, intentando dar vida al espíritu de la época, es tan hábil, tan elaborado, que como lector fui teletransportado al lugar, al momento, y viví junto con Zweig décadas de vida en una Europa cosmopolita, abierta, y liberal.
“Obedeciendo a una ley irrevocable, la historia niega a los contemporáneos la posibilidad de conocer en sus inicios los grandes movimientos que determinan su época.” (p. 451)
Repito ‘confunde’, pues, con frecuencia mientras lo leía y tras haberlo terminado me tenía que repetir: ‘recuerda que tan solo eres un hombre, y como tal morirás’. ¿Por qué memento mori? Esta no es una novela de ficción, menos una novela de no ficción, tampoco una novela histórica, no es un libro de historia, no es un documento histórico. Es una memoria, de un ciudadano, de una persona. Publicada póstumamente, tras su suicidio. Un hábil escritor que por medio de su rigor y peso logra que el lector pase este libro por un documento histórico, y aunque puede que nutra la conversación: es el relato de una vida humana.
Fama: “esa suma “de todos los malentendidos que se concentran alrededor de un nombre”” (p. 187)
Un documento bellísimo, claro está. También cargado de emociones, carente de objetividad, sesgado por la propia experiencia humana, elaborado desde y por las vivencias individuales, que son esas: las de un hombre. Un hombre que falleció en un doble exilio (Inglaterra-intermedio Neoyorkino-Brasil) que él se impuso antes que lo obligasen a huir o morir, anticipando el momento en que “[…] los alemanes emplearon toda su vehemencia y capacidad de sistematización en la perversión.” (p. 396). Él pudo escapar de su posible destino muy seguramente por su posición como figura, por ser un intelectual viajado, leído, instruido, con herencia. No muchos tuvieron esta oportunidad; una que fue creada justamente por su singular vida: urbana, cómoda, cultivada. Una vida singular que relata en esta memoria y que yo erróneamente había transformado en un libro de historia.
“Porque yo no considero a nuestra memoria como algo que retiene una cosa por mero azar y pierde otra por casualidad, sino como una fuerza que ordena a sabiendas y excluye con juicio.” (p. 16)
Ahora, pienso importante decir que hay libros que pueden complementar éste, si el interés es el de conocer un poco más de la historia regional Europea en el periodo de las grandes guerras. ¡Aclaro! Estas recomendaciones van a estar determinadas por mi propia actividad lectora; que no es una lista objetiva; que deja entrever mis gustos y las oportunidades lectoras que se me han presentado al vivir en este rincón del mundo que no ha hecho sino vivir en soledad; y, además, es una lista que he compuesto yo solito.
“Sin embargo, por una extraña paradoja, en el mismo lapso de tiempo en que nuestro mundo retrocedía un milenio en lo moral, también he visto a la misma humanidad elevarse hasta alturas insospechadas en lo que a la técnica y el intelecto se refiere, cuando de un aletazo ha superado todas las conquistas de millones de años (…) Antes de este momento, la humanidad, como conjunto, nunca había mostrado una faceta tan diabólica ni tampoco había alcanzado cotas de creación tan parecidas a las divinas.” (p. 14-15)
El periodo abarcado en El Mundo de Ayer es interesantísimo: la historia se aceleró. Política, social y culturalmente Europa se transformó. Posiblemente fue una experiencia comparable a la llegada de Europa en África, América y Asia. El mundo no volvería a ser el mismo: estructuras políticas destruidas, compendios legales olvidados, estilos de vida trastocados. Bueno, hay algunos libros que desde la ficción han trabajado con esto. Los primeros, La Trilogía The Century –La Caída de los Gigantes, El Invierno del Mundo, y El Umbral de la Eternidad– escritos por Ken Follet, quien de una manera muy personal y con problemas con los cuales un habitante del siglo XXI puede relacionarse, sigue los procesos históricos del siglo XX: en Estados Unidos de América, Europa Occidental y Rusia.
Otros que considero no pueden faltar son El Proceso de Franz Kafka para darnos una idea de la relación entre un individuo y esa entidad gigante que es el Estado, lleno de burócratas, omnipresente, inescapable. Esta novela es especial para mí: ¡fue el primer libro que leí en este ejercicio! Luego, para la vida en las trincheras están Sin Novedad en el Frente de Erich Maria Remarque y Las Aventurad del Buen Soldado Svejk de Jaroslav Hasek. Ambas obras antibelicistas.
Ahora bien, desde la no ficción también tengo recomendaciones. Primero, hay que pensar sobre esa fe ciega por la ciencia que los europeos habían desarrollado -sobre la que Zweig resalta: “Casi parece una malévola venganza de la naturaleza contra el hombre el que todas las conquistas de la técnica –gracias a las cuales le ha arrancado las fuerzas más secretas- le destruyan el alma.” (p. 502). Para eso está Explicar al Mundo: El Descubrimiento de la Ciencia Moderna de Steven Weinberg. Luego, está la historia antigua, porque sí: el enamoramiento de los europeos hacia sí mismos lo anclan en el mito greco-romano. Qué mejor para entender esos ‘valores’ e ‘ideas’ que la lucha arquetípica por defender ‘lo europeo’: Las Termópilas de Paul Cartledge. Finalmente, hay una secuencia de libros que he leído a lengüetazos (páginas, extractos, capítulos): Guerra Absoluta de Chris Bellamy, Auge y Caída de las Grandes Potencias de Paul Kennedy, Civilización: Occidente y el Resto de Niall Ferguson, y Ármas, Gérmenes y Acero de Jared Diamond -quien tiene un libro de nombre casi idéntico a este: El Mundo Hasta Ayer.
“Para mí el axioma de Emerson, según el cual los buenos libros sustituyen a la mejor universidad, no ha perdido vigencia, y sigo convencido hasta hoy de que se puede llegar a ser un extraordinario filósofo, historiador, filólogo, jurista y cualquier otra cosa sin tener que ir a la universidad, ni siquiera al instituto.” (p. 132)
Sí, son muchos libros. Son montañas de libros que no hacen sino crecer. Pero, hay que hacer el esfuerzo de sentarse a leer un poquito cada día: para entender otras miradas de mundo, crecer en empatía, aprender del otro, vivir más vidas. Así, solo así, creo que podrán tener una idea más generalizada sobre ese periodo de transiciones y cambios abruptos que Stefan Zweig vivió. Él mismo lo dijo mejor que nadie:
“Desde que me empezó a salir barba hasta que se cubrió de canas, en ese breve lapso de tiempo, medio siglo apenas, se han producido más cambios y mutaciones radicales que en diez generaciones, y todos creemos que ¡han sido demasiados!” (p. 10-11)
En Memorias de un Europeo hay advertencias y enseñanzas. Lo veo tan pertinente para el mundo de hoy: anti-belicista, pro humanista, dudoso del poder y las estructuras jerárquicas. Zweig es siempre un recomendado mío. Tengo en mente otros de sus libros: Momentos Estelares de la Humanidad: Catorce Miniaturas Históricas, y Tres Maestros: Balzac, Dickens, Dovstoievski. Tengo que crear los espacios para poder leerlos. Y el proceso es lento; leer es un tema de toda la vida.
“Pero toda sombra es, al fin y al cabo, hija de la luz y sólo quien ha conocido la claridad y las tinieblas, la guerra y la paz, el ascenso y la caída, sólo éste ha vivido de verdad.” (p. 546)
Bibliografía:
- El Mundo de Ayer: Memorias de Un Europeo
- Stefan Zweig
- Acantilado Quaderns Crema
- Barcelona
- 1976 (2011)
- 546 páginas