Apenas terminé con Ensayo Sobre la Ceguera, leído éste entre buses y al llegar a casa después de la oficina, tuve algo de tiempo para leer con más holgura. ¡Leer sin pensar en la eficiencia! Leer despreocupado sin pensar en perder la parada y terminar quién sabe dónde. Fueron un par de semanas en casa, mirando qué camino tomar. Recién terminaba mi pasantía.
Ahora había que pensar, pero también esperar.
¿Qué mejor uso para el tiempo que leer? Con un libro entre manos las esperas se vuelven eternas, la noción del tiempo se pierde, queda uno suspendido dentro de las historias. Leamos en el bus. Leamos en el banco. Leamos en todo lado. Eso implicaría llevar libros con nosotros a todas partes: ¡qué gran mundo sería ese! Libros en bolsos y carteras, en maletines y mochilas, dónde cada persona tenga un libro abierto, que nosotros podamos mirar un poco sus intereses, miedos, sueños, proyectos.
La imagen: un bus donde todos van con un libro abierto. La adolescente en su uniforme a nuestra derecha va camino al colegio, lee Colombia: Una Nación a Pesar de Si Misma de David Bushnell (¿Será por gusto o por una clase?). Justo a nuestro lado un señor mayor ojea una novela gráfica Tanta Sangre Vista la adaptación de Rafael Baena (¡Wow! ¿Un abuelo tal vez?). Pasamos la vista y qué hay: revistas de todo tipo y color, una Biblia (el libro que más comúnmente encuentro en los buses), Harry Potter y El Prisionero de Azkaban, Memorias de mis Putas Tristes…
Este tiempo resultó bastante productivo para mi proyecto. En total logré leer cinco libros en un espacio de tiempo reducido, casi tres semanas. Claro está, no soy el súper lector: uno de esos libros es cortísimo, otros dos son obsesivamente envolventes, y los dos que quedan son muy buenos libros. Así, ¡leer es muy fácil!
El Caso Collini de Ferdinand Von Shirach fue el primero. Este autor le encanta a mi madre, aquella mujer que me inició en lectura leyéndonos a mi hermana y a mí El Principito de Antoine de Saint Exupery en las noches y enseñándonos que no hay mejor regalo que un libro -es verdad, un libro envuelto en papel regalo trae una sensación increíble. Von Shirach es un abogado, alemán, tiene varios libros dónde recopila anécdotas de su ejercicio: casos, personajes, eventos. De hecho, en casa hay otros dos de sus libros: Culpa y Crímenes.
Resumen de este libro: sobreseído.
Sobreseer.
(Del lat. supersedēre, cesar, desistir).
1. intr. Desistir de la pretensión o empeño que se tenía.
2. intr. Cesar en el cumplimiento de una obligación.
3. intr. Der. Cesar en una instrucción sumarial y, por ext., dejar sin curso ulterior un procedimiento. U. t. c. tr.
Con este libro en particular, que narra una historia de nazis (siempre hay un buen fan base para estas historias), pensaba yo en dos cosas. La primera, que bueno sería eso de unas bases legales para todo el mundo. Más con la cantidad de tramposos que hay por ahí rondando. Tramposos dentro y fuera de la ley. Muchos utilizando la legalidad para proteger su ilegalidad. Estamos en Colombia, hay que recordarlo…
Lo otro: de qué manera puede cambiar una historia por una palabra. Aquí lo viví: hay palabras que son el centro de una historia. Los libros no son más que recopilaciones de grafías (entiéndase mamarrachos) que son sonidos. Pero que una sola palabra pueda llegar a tener tanto poder. ¡Eso solamente se hace patente en un libro! En el día a día lo olvidamos, pero las palabras son fortísimas: “no”, “gracias”, “tirano”, “bruja”, “culpable”, “ayuda”, “perdón”. Son palabras que por sí solas cambian destinos. Que modifican vidas. Sonidos que en sí contienen la fuerza para cambiar el rumbo de la historia.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.