25 – El Emperador.

El Emperador – de nuestro siempre admirado y no-nobel-laureado Ryszard Kapuscinski.

“¡Míster Richard!” Tal como respetuosamente lo llamaban los ciudadanos etíopes que a lo largo de las varias visitas que realizó a ese desolado país africano. En Ébano, Kapuscinski relata con detalle muchos aspectos de la vida dentro de este país africano. En este libro entra en profundidad en el país, llegando a ese asunto que tanto parece interesarle: el ejercicio del poder en los países en vías de desarrollo, en los países subdesarrollados, en el Tercer Mundo, o cualquier otro nombre que se quiera darles (y que sea políticamente correcto).

Etiopía es un país anómalo en el contexto del continente: su topografía (una meseta) e hidrografía (allí nace uno de los dos afluentes principales del Nilo) permitieron que en este país la sedentarización y el cultivo agrícola fueran la norma por miles de años. ¡Las pruebas de la presencia humana en el territorio actual de Etiopía son antiquísimas! El legado humano es abundante, las huellas de la civilización profundas. Es más, otra rareza: a diferencia del resto del continente ella conservó su autonomía por mucho tiempo, pero así y todo no logró salir de la pobreza y el atraso.

Tan solo hay que buscar un poco, hurgar, para encontrar cosas interesantes de la historia de Etiopía, pero seamos sinceros ¿quién se interesa por África? Especialmente dentro de otro país atrasado como lo somos nosotros… Sin saber bien el estado actual de las cosas allí, estoy seguro de que los colombianos están confiados que somos muchísimo más desarrollados que ellos, que estamos muchísimo mejor, que a ellos los desoló el socialismo. No tengo la menor idea. Pero, a nosotros sí que nos falta mucho mundo. Nos falta mucha información para aprender de nosotros mismos y así crecer. El caso de Etiopía presentado en El Emperador tiene bastante para enseñarnos.

Este libro, El Emperador, es el relato de cómo un modelo político cerrado, elitista, favoritista, nepotista, es la muerte de sí mismo. De cómo líderes y dirigentes no hábiles, no aptos e ineptos, llevan a la pobreza, al hambre y a la miseria de un país. Países divididos dónde sus dirigentes/cortesanos se mantienen separados de la realidad del país; resguardados en una esfera de opulencia y lujo desconocida para el resto de la población. ¿Cómo se puede legislar en favor de una sociedad si se desconoce cómo vive? ¿Cómo saber de las dificultades del transporte si se anda en camioneta blindada con escolta que para el tráfico? ¿Cómo conocer el estado de la educación nacional si por generaciones se han atendido universidades privadas o se ha estudiado fuera del país? Un gobernante no puede aislarse. Un gobierno no debe aislarse. Bueno, siempre que lo que quiera sea el beneficio público; si lo importante es la gloria personal o la riqueza familiar, adelante, aislarse es una buena idea.

¡Como siempre Kapuscinski nunca defrauda! Hay tantas lecciones, tantas semejanzas que no deberíamos obviar si pensamos en el destino de nuestra nación.

A modo de breve sumario, una selección de citas del libro –parece ser que me estoy volviendo adicto a éstas…

  • “El trono irradia dignidad, pero sólo por contraste con la sumisión que lo rodea; es la sumisión de los súbditos lo que crea su superioridad y le da sentido; sin ella el trono no es más que un decorado, un incómodo sillón de terciopelo raído y torcidos muelles. El trono en un desierto despoblado, es un bochorno.”
  • “¿Sabe usted Señor Kapuchytski, cuánto significa el dinero en un país pobre? El dinero en un país pobre y en un país rico son cosas muy distintas. En el rico el dinero es un valor con el que puede usted comprar determinados productos en el mercado. Usted es simplemente un comprador, incluso lo es un millonario. Podrá adquirir más cosas pero no por eso deja de ser un comprador y nada más. En cambio en un país pobre el dinero es un seto vivo maravilloso, espero, fragante y eternamente florido tras el cual puede usted aislarse de todo. Ese seto le impide ver la pobreza que se arrastra a ras del suelo, oler el hedor de la miseria, oír las voces que llegan de las capas más bajas de la sociedad. Pero al mismo tiempo usted sabe que todo aquello existe y se siente orgulloso de disponer de su seto. Tiene usted dinero y eso significa que tiene alas. Es un ave del paraíso que despierta admiración.”
  • “Un año después de la revuelta en Godjam (…) me ocurrió una desgracia personal particularmente dolorosa, pues mi hijo Hailu, en aquellos años angustiosos estudiante de la universidad, empezó a pensar. Así como suena, empezó a pensar; y debo aclararte, amigo mío, que en aquella época tal costumbre constituía un estorbo nada recomendable e, incluso, una molesta deformidad, y que Su Majestad Imperial, constantemente preocupado por el bien y la comodidad de sus súbditos, nunca dejó de hacer lo posible para protegerlos de semejante tara y mutilación.”
  • “En aquellos años existían dos imágenes de Haile Selassie. La primera –conocida por la opinión pública internacional- presentaba al Emperador como un monarca tal vez un tanto exótico pero valiente, al que caracterizaban una energía inagotable, una mente despierta y una profunda sensibilidad; como el hombre que había plantado cara a Mussolini, recuperado el Imperio y el trono y que se había fijado el ambicioso objetivo de sacar a su país del subdesarrollo y de jugar un papel importante en el mundo. La segunda imagen –que iba formando gradualmente la parte crítica y, al principio, poco numerosa de la opinión pública etíope- presentaba al Monarca como un soberano capaz de hacer cualquier cosa con tal de mantener su poder y, ante todo, como un gran demagogo y un paternalista teatral, que con sus gestos y palabras enmascaraba la venalidad, la cerrazón y el servilismo de la élite gobernante, por él creada y mimada. Por lo demás, como suele ocurrir en la vida, ambas imágenes eran auténticas.” [El énfasis es mío]
  • “¿Cómo podemos protegernos de ese ser peligroso que se llama hombre y que somos todos nosotros? ¿Cómo amansarlo y domarlo? Un solo método existe para conseguirlo, amigo mío: debilitar al hombre. Tal como lo oyes: arrebatarle su fuerza, pues si carece de ella no podrá hacer el mal a nadie. Y precisamente es el ayuno lo que debilita, es el hambre lo que quita las fuerzas. Así es nuestra filosofía amhara y así nos enseñan nuestros padres. Además, la experiencia lo confirma. La persona sometida al hambre durante toda su vida no se rebelará.”
  • “Aunque no se si el término ‘soberanía’ es el correcto con referencia a aquellos días de ocaso. Resulta harto difícil determinar por dónde pasa la frontera entre una verdadera soberanía, capaz de subyugarlo todo, de crear un mundo o destruirlo, una soberanía viva, grande, aunque a veces sea terrible, y la apariencia del poder, la pantomima vacía de su ejercicio, cuando un monarca se convierte en mero espectador de sí mismo, cuando sólo juega el papel de rey, pendiente únicamente de su actuación, sin ver ni oír lo que sucede a su alrededor. Más difícil aún resulta delimitar el momento en que se produce el paso de la omnipotencia a la impotencia, de la buena fortuna a la adversidad, de lo brillante a lo enmohecido.”
  • “Lo que sí sentía era que bastaba con que me introdujera en la ciudad, que me metiera entre la gente que caminaba por la calle, absorta en sus preocupaciones, para perder de vista todo lo que significaba la vida de palacio; éste desaparecía misteriosamente, como si no existiese, hasta el punto de que temía no encontrarlo a la vuelta.”

Ahora, cerremos el día con una cita que Kapuscinski trae del libro Meditaciones del Emperador Marco Aurelio: “Luego hazte la pregunta: ¿dónde está ahora todo esto? Humo, cenizas, leyenda, o, tal vez, ya ni siquiera leyenda.”

¡Definitivamente tengo que leer ese libro!


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