El Jugador.

El Jugador del ruso Fiódor Dostoievski.

Éste ya es el segundo libro que leo del autor. Contrario al anterior, Crimen y Castigo un ladrillo de libro que estaba en La Lista, este me pareció bastante más interesante. Bueno, no tanto lo más interesante sino mucho más simple y al grano. Mientras iba leyendo Crimen y Castigo pensaba en el tiempo que me estaba tardando, en lo complejo de la historia y sus personajes, en el proceso del personaje principal. De hecho, ése es un libro que evoluciona con la distancia. Mientras tanto, El Jugador es rápido de leer (ideal para el propósito de los mil libros en 10 años), es más corto y menos complejo.

Adicionalmente, parece que este libro es un punto de referencia para quienes están en el ejercicio de comprender cómo funciona la mente de un ludópata, de un adicto al juego… como también parece que hay mucho del autor en el personaje principal.

Lamento mucho no haberme detenido en su debido momento a escribir y aprehender este libro como el libro lo merecía… Hay tantos detalles que se han perdido. Pero, ¿no será ésta la moraleja? Que es necesario detenerse en el momento indicado a recapacitar, a pensar, a analizar, a aprehender lo vivido; que digo, lo leído… A lo mejor es eso lo que tengo que sacar de este gran y extenso período sin haber escrito ni un poco acerca de los libros que ya había leído.

Bueno, hay que ser, al menos un poco optimista: ¡siempre optimista como el jugador a quien la próxima vuelta de la ruleta le depara un genial destino! Tal vez sea ésa la esencia de un ludópata, excesiva confianza en el futuro, en el futuro general, en el azar, en el destino, en el juego que es la vida misma; esperan con ansia, y ciega esperanza, que el futuro deparará para ellos algo genial, algo ¡como cincuenta mil florines! Entonces, siendo optimista, saqué una moraleja de mi extensa jornada de no escritura sobre los libros leídos: hay que detenerse a admirar el paisaje.

  • “¿No me habría vuelto loco entonces y no habré pasado todo este tiempo en un manicomio y, quizá, siga en él, y todo eso sea y continúe siendo nada más que una ficción?” (Pág. 129)
  • “Pero yo, por un extraño capricho, al advertir que el rojo había salido siete veces seguidas, opté adrede por él. Estoy convencido de que en un cincuenta por ciento era cuestión de amor propio; deseaba sorprender a los espectadores corriendo un riesgo loco, aunque -¡extraña sensación!- recuerdo claramente que, en efecto, también se había apoderado de mí un ansia irresistible de riesgo, sin que me hostigara el amor propio. Quizá, tras haber experimentado tantas sensaciones, el espíritu no se sienta saciado, sino únicamente estimulado, y exija nuevas sensaciones, cada vez más fuertes, hasta la total extenuación. Y puedo jurar que si el reglamento del juego hubiese permitido posturas de cincuenta mil florines, los habría evidentemente arriesgado. A mi alrededor gritaban que aquello era una locura, que ya eran catorce veces seguidas que salía el rojo.” (pág. 151)

Bibliografía:

  • Fyodor Dovstoevsky.
  • El Jugador.
  • Serie Clásicos.
  • Biblioteca El Tiempo.

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