Esa sí es una nariz.
«Serás todo lo que quieras ser, todo lo que quieras ser tú serás»… ¿la-la-la? Me pregunto dos cosas: ¿qué sonsonete habría tenido este estribillo?, y, ¿cómo carajos habría sonado en alguna de los cientos de lenguas de la India del pequeño Saleem? Esta baladilla le era cantada a nuestro héroe de Los Hijos de la Media Noche; pero, no es él el importante en este momento.
¡No!
No es un hijo de la medianoche de quien queremos hablar, sino otro hijo, un hijo de puta; más bien, un hijo de una vendedora de pescados. Una humilde vendedora, que al haber tenido ya otros cuatro hijos, todos de distinto macho cabrío, y al haberlos matado a todos poco después de nacer, podemos sin duda decirle PUTA. Ergo, un hijo de puta: JUAN BAUTISTA GRANADILLA. También conocido como Jean-Baptiste Grenouille.
Uno de esos tantos viernes que llego a casa derrotado por la mediocridad y el aburrimiento propios de la democracia, que digo, de la burocracia. Asqueado de la vida de adulto y añorando vivir una vida diferente -llena de aventuras, historias, hiper-quijotezca- me decidí por ver una de mis películas favoritas: El Perfume (2006 de Tom Tykwer). Bueno, no llegué inmediatamente a ella, fue un tortuoso camino, pavimentado por malas velocidades de mi internet y adoquinado con ’50 sombras de Grey’, la película que inicialmente intenté ver. ¡OK! hay que verla, por lo menos para saber de qué es lo que habla la gente (pero no leer el libro; hay que tener auto-respeto).
Volviendo al caso, esta película y su envolvente banda sonora, me recordaron que yo tenía en mi biblioteca el libro, la novela, que la inspiró:
El Perfume: La Historia de un Asesino de Patrick Süskind. Intrigado revisé La Lista, y encontré que este famoso título hace parte de ella.
La novela fue enteramente leída ese mismo fin de semana. (Faltaba mucho mes y había muy poca plata). Mi historia con ella novela no fue de amor, sino tal vez de todo lo contrario. Nos conocimos porque me la presentó alguien más: se la quité. Lo intentamos una vez, pero no se pudo. Lo volvimos a intentar, nuevamente no fue posible. Hasta que por fin lo logré, pero fue una historia fugaz, un vívido, fuerte y concentrado ‘olor’ de fin de semana.
Tal como Saleem, Jean-Baptiste tenía una nariz extraordinaria -no con forma de pepino- pero sí ‘la mejor nariz del mundo’: era un genio en el efímero mundo de los olores. Mientras tanto, el pobre Saleem drenado-por-arriba-y-por-abajo fue poco más que una persona común en el mundo de los chutneys… Este otro amigo narizón escogió ser el mejor perfumista del mundo, y, como el fin justifica los medios, para lograr el mejor perfume de todos fue necesario prescindir de un par de bellezas naturales. Todas jóvenes, todas entrando a la madurez, todas en plena florescencia: ‘la belleza es flor de un día’.
El libro -que yo robé a alguien- es increíble, la manera en la cual está narrado lo vuelve casi hipnótico, la historia es de un interesante que es imposible no verse transportado a la apestosa Francia del siglo XVII, y lo mejor, en los zapatos de quien indudablemente es un sicópata, un sociópata, un asesino serial… Cuantos no querríamos ser eso por un día, o varios. Mejor imaginarlo que llevarlo a cabo: he ahí la magia de los libros.
Moraleja de la historia: nunca prestes un libro. Está en los mandamientos: No prestarás un libro al prójimo. Solo que lo tradujeron mal.
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