El Río: Exploraciones y Descubrimientos en la Selva Amazónica – Wade Davis

El Río – Wade Davis.

“Colombia, con sus tres grandes cordilleras que se ramifican hacia el norte hasta la gran planicie costera del Caribe, sus ricos valles del Cauca y del Magdalena, sus vastas praderas de los llanos orientales y sus interminables selvas del Chocó y del Amazonas, es ecológica y geográficamente el país más variado de la tierra”. (p. 15)

Cuando me siento a pensar sobre los exploradores de América Latina aparecen en mi cabeza nombres como Alexander Von Humboldt, Hiram Bingham, Quesada, los hermanos Pizarro… Nombres de hombres blancos, europeos y norteamericanos -que es básicamente lo mismo… Hay una, Valerie Meikle, con sus recorridos por el río Putumayo, pero sigue siendo extranjera. Personajes todos ellos que vienen al sur replicando en su andar una relación entre pueblos bastante desigual. Dónde las ideas de qué significan Sudamérica y Europa, así como el local y el europeo, se reconstruyen y replican. Pero esa, esa es otra historia.

“Las tierras bajas de Colombia, por el contrario, incluyen sólo un río principal navegable, el Putumayo; raudales y cascadas interrumpen a todos los demás. Los vapores que hace ciento cincuenta años convirtieron el Amazonas brasileño y peruano en una vía pública, nunca han podido penetrar en el corazón de Colombia”. (p. 212)

Ahora, gracias a Davis, mi lista se ha expandido con un par de nuevos nombres como Spruce, el mismo autor y Plowman, y el profesor Richard Evans Schultes. Este libro sigue al profesor Schultes en sus recorridos por las múltiples cuencas que dan vida al Río Amazonas. ¡Ah! pero también exploró Estados Unidos y México, siempre interesado por la relación entre comunidades y plantas.

Es tan vasto el mundo botánico americano. Tan extendido el universo de las naciones originarias, las primeras naciones, los nativos americanos, los indígenas… ¡Y es tan poco lo que sabemos de él! Al menos allí yo peco de manera increíble: conozco más sobre la historia Estadounidense que de la de mi América Latina, mayores mis deseos de visitar Europa que América Central. ¿Será esto también un legado de haber sido colonia? ¿De seguir siendo Sur?

Ahora, hay algo dentro de este libro que comprendo y comparto muy bien: el llamado de la manigua. Los no iniciados no conocen el espectacular concepto de manigua, definido por el Diccionario de la Real Academia Española cómo:

  1. Abundancia desordenada de algo, confusión, cuestión intrincada.
  2. Conjunto espeso de hierbas y arbustos tropicales.
  3. Bosque tropical pantanoso e impenetrable.
  4. Terreno, con frecuencia pantanoso, cubierto de espesa maleza tropical.

En algunos lugares angloparlantes (e influenciados por Jack London) le llaman ’el llamado de lo salvaje’. Parecidos, pero distintos: uno implica volverse salvaje, des-domesticarse. El otro, es un perderse dentro del bosque, de la naturaleza. No para hacerse salvaje, pues no tiene esas implicaciones nostálgicas del primero de un pasado diferente. Éste es una reivindicación en el presente de lo no humano, de lo intrigante, inquietante, es un responder a la curiosidad, dejarse atrapar por una belleza y vida que existe aparte de nosotros. En el Putumayo, cuenta Meikle en su libro, lo llaman ‘enmaniguarse’.

“Prácticamente no hay manera de construir una carretera segura a través de los Andes. Cuando se altera el bosque y las excavaciones desnudan la tierra, ésta puede ceder en casi cualquier punto. Si no fuera por los bosques húmedos, los Andes se habrían caído al Amazonas desde hacía muchísimo tiempo.”. (p. 161)

Cuanto más intente no logro volver más colorida la lista de los exploradores de América, ni mucho menos logro superar esa problemática idea que América del Sur fue descubierta por Europa. ¿Y qué de los que vivían acá? ¿Y quiénes siguen viviendo allí? ¿Dónde están nuestras exploraciones de nuestro propio territorio? Espero poder ser un día de estos uno de esos exploradores que recorren América. No para declamar propiedad, ni para civilizar, mucho menos para descubrir, sino más para vivir, para ver, y comprender. Es uno de mis más fuertes deseos el perderme entre la manigua de los Andes sudamericanos.

Uno de estos días también nosotros conoceremos nuestro continente.

Citas:

  • “Al recorrer el sendero de sus ancestros, al convertirse en sus antepasados durante las transformaciones rituales, establecieron su legítimo derecho a lo que siempre han sido: los verdaderos custodios de la selva.”. (p. 4)
  • “Para nuestros antepasados paleolíticos, la muerte fue el primer maestro, el primer dolor, el borde más allá del cual terminaba la vida tal como se conocía y empezaba el asombro. La religión fue fomentada por el misterio, pero éste nació de la cacería, de la necesidad de los seres humanos de racionalizar el hecho de que para vivir tenían que matar lo que más reverenciaban, los animales que les daban vida.”. (p. 85)
  • “El lenguaje es el filtro a través del cual el alma de un pueblo llega al mundo material…”. (p. 117)
  • “¿Cómo aprendieorn los indígenas a identificar y combinar en forma tan refinada estas plantas morfológicamente distintas, que poseían propiedades químicas tan peculiares y complementarias? La explicación científica tradicional es el tanteo -término razonable que puede muy bien dar razón de ciertas innovaciones-, pero en otro nivel, como comprobó Schultes después de pasar más tiempo en la selva, es un eufemismo que esconde el hecho de que los etnobotánicos tienen una idea muy vaga de cómo los indígenas hicieron sus descubrimientos en primer lugar.”. (p. 257)
  • “Pero también había descubierto que al develar los conocimientos indígenas, su tarea no era sólo identificar nuevas fuentes de riqueza, sino comprender una nueva visión de la vida misma, una manera profundamente diferente de vivir en la selva”. (p. 259)
  • “El chamán no sólo no se mostró receloso, sino que actuó como si la visita de un estudioso de las plantas fuera la idea más razonable que jamás le había oído decir a un blanco”. (p. 263)
  • “se ha vivido en completo aislamiento, ¿cómo se puede entender lo que significa perder una cultura? No es sino hasta que ha desaparecido casi por completo y la gente se educa que se dan cuenta de lo que están perdiendo. Para entonces, los atractivos de las nuevas formas de vida son tan irresistibles, que los únicos que quieren volver a las antiguas costumbres son los que nunca vivieron bajo ellas”. (p. 351)
  • “Quien consume coca en los Andes es Runakuna, del pueblo, y la masticación de las hojas sagradas es la más pura expresión de la vida indígena. Sin la coca se destruye el espíritu del pueblo.”. (p. 502)
  • “La palabra ‘coca’ no se deriva del quechua sino del aimará, la lengua hablada por los descendientes de la cultura tihuanaco, el imperio del altiplano y del lago Titicaca que antecedió al inca en quinientos años. La raíz es khoka, una palabra general para cualquier arbusto o árbol, implicando en esta forma que la fuente de las hojas sagradas es la planta entre todas las plantas”. (p. 512)
  • “A los altos picos les dicen ‘Apu’, que quiere decir ‘señor’. A las montañas en conjunto las llaman Tayakuna, los ‘padres’, y algunas son tan poderosas que incluso mirarlas puede ser peligroso. A otros lugares sagrados, una cueva o un paso en las alturas, una catarata cuy torrente habla como un oráculo, se les honra con el nombre de Tirakuna, no un espíritu que vive dentro de ellos, sino ellos mismos”. (p. 521)

Bibliografía:

  • El Río: Exploraciones y Descubrimientos en la Selva Amazónica
  • Wade Davis
  • Editorial Planeta
  • 2017
  • 644 páginas

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