Ensayo Sobre la Ceguera.

Con José me encontré por primera vez chismoseando la biblioteca de mi casa. Una y otra vez me crucé con un lomo que leía Las Intermitencias de la Muerte y lo mismo pensaba yo una vez tras otra: “ese tratado de filosofía si ha de ser complicado”. ¡Aceptémoslo los títulos de este portugués son ingeniosos! Éste en particular me atraía una y otra vez, pero en mi momentánea-obsesión-por-las-novelas-históricas siempre le pasaba de largo en mis búsquedas por algo de Roma, Grecia o semejantes.

Fue solo hasta mis días en Buenos Aires que le di una oportunidad. Empecé con esa muerte con “Cualidad de intermitente”, esa muerte que “Que se interrumpe o cesa y prosigue o se repite”. Sí, muerte con minúscula por que la Muerte, ésa es otra. Que historia más fantástica y que manera de contarla más bella. Esos escenarios que se plantea Saramago me fascinan. Fue con esa novela (que se convirtió de inmediato en uno de mis libros favoritos) que Saramago se volvió uno de mis escritores favoritos.

No sé si él empieza con un dicho (mi teoría con Ensaio sobre a cegueira) o con un “¿qué pasaría si… la muerte dejara de existir?” “¿Qué pasaría si…. todos votáramos en blanco?” O “¿Qué pasaría si nos quedáramos todos ciegos?” Si, está bien, yo al leer la embarré con el orden. Primero se ve todo en blanco, se sufre de la ceguera blanca. Después se vota en blanco. ¡El orden! Yo que soy un poco tocudo leí primero el segundo y de segundo el primero: ¡que bestia! Por pendejo, por no averiguar mejor. No habría sabido de antemano el futuro de la mujer de las gafas oscuras, o de la mujer del médico. Aunque nunca me esperé esa aparición del perro. ¡Bueno, sin entrar en detalles! Lo mejor es decir tan poco que cause interés y no lo suficiente como para dañar la historia. 

Ensayo Sobre la Ceguera es la prueba que en ‘tierra de ciegos el tuerto no es rey’ sino esclavo. No disfruta sino sufre, mucho menos goza. Tiene la carga de la debilidad de todos a su alrededor, no es un aventajado. Es el único que ve lo que todos los demás ignoramos –que es mucho porque todos estamos ciegos, habiendo ceguera blanca como es el caso del libro, o sin que la haya, como es el caso de nuestras vidas. En el caso de la novela es la única, es la reina, es la esclava.

Volviendo a Saramago, él tiene la facilidad única, ese gran súper-poder, de simplificar los más grandes descubrimientos de la humanidad, esos axiomas que nos encontramos en el día a día, casi unos mandamientos, con los que nos encontramos después de mucho analizar una situación determinada. Él los pone así sin más, con una facilidad impresionante, cientos de ellos en cada página, miles en cada párrafo, millones por oración. Él los pone y ya. Los descubre y ya. Casi que cada línea leída es una máxima sobre algo en la vida.

Conozco quienes (personas que no pueden ser nombradas) que por cada página que lean de él pondrían cientos de comentarios en Twitter, o en Facebook, o fotos en Instagram con el mensajísimo atrás, en marca de agua o sobre un paisaje. Tantas #blessed nos van a traer #problemas, con seguridad serán las primeras en llevar sus genes a la siguiente generación #babyshower #superhappy #instasize #foodporn.

Querer citar lo leído es señal que el autor dio en un clavo. Ya sea porque nos identificamos con ello, porque es ideal para una situación determinada, o simplemente (como sucede mucho con Saramago) que la frase guarda una particular estética, que sea una bella frase.


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