Erling Kagge – El Silencio en la Era del Ruido

110. Erling Kagge – El Silencio en la Era del Ruido: El Placer de Evadirse del Mundo.

El silencio consiste en la alegría de tomarse una pausa.” (p. 95)

¡Wow! En este libro vi impresas un montón de ideas que en un momento fueron pensamientos que había tenido… Claramente, en mi cabeza no fueron tan elaborados, ni se dieron en tan diversos paisajes, mucho menos tenían menciones a poetas. Fueron pensamientos que, como en el caso de este explorador, iban apareciendo durante caminatas. Conversaciones conmigo mismo, pero no sobre el silencio. Hablaba conmigo sobre otro montón de cosas más: el ruido, el reto, temas personales. Normalmente, entre más se aleje uno, más tiempo hay.

Aislarse del mundo no consiste en dar la espalda al entorno, sino en lo contrario: en ver el mundo con un poco más de claridad, mantener un rumbo e intentar amar la vida.” (p. 47)

Definitivamente es una excelente idea esa de llevar un cuaderno para ir apuntando ideas mientras se camina.. Lástima que yo no lo haga. Bueno, también podría llegar a casa y escribir sobre lo que estuve pensando, peeero, eso tampoco lo hago. ¡Que falta de juicio! Hay, quiero decirlo, una diferencia más entre mis paseos y las inclementes travesías de Kagge: yo más que el silencio experimento la cacofonía de la vida. Mientras él se encuentra en solitarios océanos, polos extremos o alturas inalcanzables, donde la vida no logra prosperar, mis caminos siempre me llevan a los lugares dónde más abunda la vida. Eso es muy lindo y único.

Para un aventurero la cuestión es sobre todo maravillarse. Es una de las formas más puras de felicidad que se me ocurren.” (p. 19)

El libro de Kagge es simpático, extraño, difuso, y aún así intrigantemente logrado. Más que verdades absolutas o asombrosos descubrimientos sobre El Silencio, lo que termina siendo es como un tratado sobre la estética del silencio. Una poesía del silencio en ensayos. La atención a la belleza de parte del autor a su texto es indudable, tanto en las imágenes por él seleccionadas para acompañar sus textos, como por la belleza misma de sus oraciones. Aquí les va un ejemplo: “Los ojos, que son los que ven, no se ven a sí mismos, pero podemos verlos en las estrellas. Lo que ves depende de quién eres.” (p. 103). ¡Ay! Como es de agradable ir coleccionando citas.

Fue en este libro que conocí uno de mis poemas favoritos:

«Year in, year out, you’ve bent over books.

You’ve gathered more knowledge

than you’d need for nine lives.

«A la hora de la verdad, es muy poco lo necesario,

y eso siempre lo ha sabido el corazón.»

In Egypt the god of knowledge

had the head of an Ape» – Olav H. Hauge

En mi experiencia de este libro hubo en particular tres ideas -más como conversaciones-, que fui teniendo mientras leía: sobre el auto conocimiento, sobre la experiencia humana y sobre la vida al aire libre. Tres temas recurrentes en mis andanzas de baquiano. Un libro tiene que invitar a pensar, este lo hacía invitándome a pensar en silencio, o a buscar el silencio para, entre muchas cosas, pensar.

Kagge pone al silencio en la categoría de lo divino pues nos brinda la oportunidad de conocernos a nosotros mismos. Esto es algo que cada día se nos es más vedado, especialmente en el contexto cultural dentro del cual me encuentro. Es como… Es como si fuese un crimen conocerse, estar en silencio o estar en solitario. La sociedad lo aborrece. Esta sociedad quiere las multitudes, la algarabía, el bullicio, la parranda, la contaminación auditiva. Entre fiestas y carnavales es imposible pensar:

En casa siempre pasa algún coche, suena el timbre, el pitido o el zumbido del teléfono, alguien habla, susurra o grita. En conjunto suman tantos sonidos que apenas los oímos. Allí era totalmente distinto. La naturaleza me decía que guardara silencio. Cuanto más silencio hubiera, tanto más oiría yo.” (p. 25)

Toda sociedad busca replicarse, como un organismo. Esta sociedad repele el silencio, abrazando la embriaguez de los sentidos: gritos, parlantes, risas, llamadas, conversaciones, bajos, propagandas, imágenes, televisores, radios hablando al vacío, equipos de sonido en medio de la montaña, altavoces cuando se camina solo, audífonos, música de fondo, licor, café, acetaminofén, aspirina, dolex… ¡En Colombia siempre hay ruido de fondo!

¿Así quién puede conocerse a sí mismo? ¿Así quién puede vivir el silencio? Todo el tiempo saturando los sentidos con el resultado de no sentir nada en específico, ni llegar a sentir algo en general. «El presente nos atormenta» escribe nuestro autor recordando a Blaise Pascal. Aquí, en este momento histórico, un pensante es una amenaza. Aquel que está solo, piensa, no solo sobre sí mismo, sino también sobre aquellos que lo rodean y las estructuras que ellos construyen. ¿Qué pasaría si en esta sociedad se hace el silencio? ¿Si aprovechando el silencio nos sentáramos a pensar, a conocernos a nosotros mismos en soledad y en sociedad? Esta sociedad se defiende con el ruido…

quedarme a solas […] y cuestionar un puñado de verdades declaradas y aceptadas.” (p. 111)

Por otra parte, así como invita Kagge, entre cerros he venido pensando recurrentemente en la experiencia humana. Como dice Yuval Harari: van 70.000 años desde la Revolución Cognitiva. 70 mil años de nosotros siendo: nosotros. ¿Qué tanto ha cambiado la experiencia humana desde entonces? Yo creo que poco, así como también hoy creo que en los inicios de nuestra especie están las respuestas a lo que vendría a ser una vida auténtica. Allá debe estar escondido aquello que verdaderamente necesitamos. Pero, ya no hay vuelta atrás.

¿Por qué he estado pensando esto con regularidad? Por la manera tan llamativa que ha cambiado la definición, y lo que entendemos por, necesidad. Ahora, ¡lo ‘necesitamos’ todo! Absolutamente todo se ha convertido en una necesidad de Primer Orden. Incluso, y especialmente los objetos más obtusos, más innecesarios, los lujos más ridículos. La mejor definición de lujo posible la da Kagge en este libro: “El lujo es un bien del que hay escasez; o, al menos, algo de lo que un número suficiente de personas cree que hay escasez.” (p. 83). El nos invita a sus reflexiones en solitario, en silencio, sobre la sociedad en la cual vivimos: «la era del ruido».

Hoy, vivimos un bombardeo ininterrumpido de publicidad, redes sociales y medios de comunicación nos han llevado a modificar esa palabra: ‘necesidad’. Al haberlo hecho al parecer hemos ‘identificado’ un montón de cosas que son ‘indispensables’ para llevar una buena vida. Una vida auténtica que está desbordada de contenidos insulsos, de necesidades inútiles, de objetos innecesarios, de experiencias repetibles. ¿De verdad necesitamos para vivir bien: carros, motos, celulares, ropa de marca, varios pares de tennis, estar siempre de rumba, tener un cuerpo hipertrofiado y mal alimentado, el pelo de determinada manera, relojes, agua caliente, más de tres comidas al día, títulos, escindirnos del miedo, eliminar el dolor, estar todo el tiempo hablando con gente…? ¿Son estas realmente necesidades? ¿O es acaso ruido de fondo?

Yo creo, sinceramente creo, que la felicidad humana es más simple, mucho más simple que eso; demasiado más. Creo, además, que la respuesta a esa incógnita de qué nos puede hacer verdaderamente felices la podemos encontrar en nuestro pasado, en nuestras raíces: “Todos podemos llevar la casa a cuestas: cuanto tenemos, lo llevamos dentro.” (p. 158) Creo que la totalidad de la experiencia humana está tanto a 30 km a la redonda de dónde quiera estemos, como en cada uno de nosotros. (Una idea que se ha venido metiendo en mi cabeza gracias a Hesse, pero que no estoy seguro venga de él.) Cada uno es en si mismo la totalidad de la posible experiencia humana. Por tanto, en cada uno de nosotros está condensada la posibilidad de llevar una buena vida; estemos dónde estemos, sin tanto ruido, sin tanto cachivache.

También creo que quienes viven el aire libre, quienes experimentan el exterior, sincera y personalmente (sin intermediarios tecnológicos o proveedores de servicios), ellos pueden ser un puente a que logremos nuevamente corregir la definición de ‘necesidad’, y, nuevamente, logremos llevar vidas auténticas. Es justamente ese peregrinaje a la naturaleza el que muestra la posibilidad de la simpleza. Pero, la industria del outdoor viene batiendo sus tambores de guerra generando ruido: ‘ultralight’, ‘waterproof’, ‘efficiency’ … ¡Bruuuum!

Sentía que la naturaleza iba cambiando a lo largo del camino, pero me equivocaba. El entorno seguía siendo el mismo, era yo el que estaba cambiando.” (p. 24)

La vida al aire libre: ¿qué sería de nosotros sin la vida al aire libre? Andando, caminando, corriendo, nadando. Siempre fuera, siempre experimentando la naturaleza. Una naturaleza que tristemente ya está en su mayoría domesticada. Aunque yo siento que está agazapada esperando para atacarnos nuevamente… ¡Buscando el momento para cobrarnos cara nuestra hubris! Cada día me acerco un poco más a la naturaleza, y cada uno de esos acercamientos lo valoro más. Este libro es especialmente rico por ese cometido: ¡logra llamarme! ¡LOGRO ESCUCHAR EL LLAMADO DE LA NATURALEZA!

Bibliografía:

  • El Silencio en la Era del Ruido: El Placer de Evadirse del Mundo
  • Erling Kagge
  • Penguin Random House
  • Barcelona
  • 2017
  • 174 páginas