NNO!
Nuestra última parada en esta Trilogía Africana: La Flecha del Dios…
Sentarme a escribir sobre La Flecha del Dios me tomó un buen tiempo. Tuve que coger impulso. No es que los otros libros de esta Trilogía no sean buenos, ni interesantes, ni enigmáticos, sino que no me lo veía venir. ¡El giro del final del libro hace de toda la novela una novela enteramente nueva! Como lo dijo en el prólogo Robert M. Wren: “la novela más compleja y de textura más densa que ha surgido de África” (pág. 399)
Hablar de esto sería destruir el libro para los nuevos lectores, y esto es algo que quiero evitar. De hecho, quiero que conozcan a Achebe, quiero que el mundo se acerque a sí mismo. La idea de los libros es ésa: conocernos. Quiero que se lea más ‘del Sur’. Terminología que detesto por el carácter peyorativo con el que ha sido utilizada a lo largo de los años, y por fungir como un continuador de los estereotipos. Mientras sigamos hablando y escribiendo de algo, ese algo existe, es creado, se repite. Esto es algo que pocos tienen presente: la creación por medio de la palabra escrita. Las oraciones no solo sirven para relatar y entendernos, sino también para crear, para construir realidades. Algo tiene que ver esto con que lo único que nos quede de la rosa sea su nombre, creo… pero, estoy desvariando.
Tal como las otras dos novelas que viví de Chinua Achebe, La Flecha del Dios utiliza una narrativa lo más de interesante. Al entremezclar mitos, leyendas, con anécdotas de los ancianos, fábulas, dichos y creencias populares, el autor nos lleva a una época por muchos olvidaba y por muy pocos vivida: aquella de la tradición oral. En ese entonces primaban la palabra hablada y la memoria. Los conocimientos ancestrales se pasaban de boca en boca, y de esta manera las historias sufrían -o gozaban, depende de cómo se vea- de transformaciones y mutaciones constantes. Pero, lo hace pensar a uno en el rol de los dichos y las creencias populares, verlos como vestigios de una anterior organización social… Casi causa nostalgia. Una nostalgia completamente inmerecida pues no solo nací en una era dónde la palabra impresa era reina, sino que viví cómo la palabra virtual se volvía emperadora. ¿Será que ahora –o en unos años- en vez de recordar historias completas, seremos tan solo capaces de hablar en 140 caracteres o menos? Tocará esperar.
Esta novela de Achebe entrelaza modernidad con pre-modernidad: la lucha entre hombres típica de la primera, con la lucha contra la naturaleza constante en la segunda. Señala el rol de la tradición en la creación de identidades compartidas, y también la necesidad de creer en todo esto. Habla de los vicios humanos. Del orgullo. De la familia. Del honor. De ser parte de algo. De no ser parte de nada. De intentar cambiar aquello establecido, y, de lograr cambiarlo. Habla del cambio en el mundo material, y tal vez también, de aquel en el mundo intangible y metafísico de los dioses de los hombres.
Además, ustedes saben yo que siento por un libro que al final tiene un diccionario de palabras en otra lengua, en este caso: ¡el igbo!
- Prólogo: “La historia de Okonkwo, el ‘héroe fallido’ de Todo se Desmorona cuya caída alegoriza el derrumbe de las estructuras de la sociedad tradicional igbo ante el avance de la colonización británica y de la religión cristiana, es revisada y re-contada en La Flecha del Dios.” (pág. 399-400)
- “Cuando el Sufrimiento llama a vuestra puerta y le decís que no tiene sitio, él os dice que no os preocupéis, porque trae su propio taburete. Así son los blancos.” (pág. 515)
- “Cualquiera que se atreviera a decirle que no era un enemigo. Olvidaba el dicho de los mayores, de que quien buscaba un compañero que actuara exactamente igual que él estaba condenado a vivir en soledad.” (pág. 526)
- “Un hombre jamás miente a su hijo –dijo [Ezeulu]-. Acuérdate siempre. Decir “Me lo contó mi padre” es pronunciar todo un juramento.” (pág. 526)
Qué tanto quisiera estar leyendo próximamente otro libro de Achebe, Termiteros de la Sabana. Un libro que sí está en La Lista. Un libro que de haber leído me acercaría un poco más a completar los mil libros de esa lista. Creo que llegaré a los mil, pero de esa lista ni idea hasta qué número llegaré. La Lista está bien sesgada, y, es complejo conseguir los libros que en ella aparecen. Es pensando en ese propósito, en los 1000 libros, que en este momento están viajando –o llegando a su primer parada- tres de los libros de La Lista. Mientras tanto, tengo otro acá conmigo, un libro de un soldadito que me está haciendo partirme de la risa. ¡Que buen soldado eres Svejk!
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.