La Inteligencia de las Flores – Maurice Maeterlinck

La Inteligencia de las Flores – Maurice Maeterlinck

Examinando las cosas desde más cerca, parece infinitamente probable que no es imposible crear nada. Venidos los últimos sobre la tierra, encontramos simplemente lo que siempre ha existido, y repetimos como niños maravillados la ruta que la vida había hecho antes que nosotros. Y es muy natural que así sea.” (pág. 37)

Posiblemente este sea uno de los libros más hermosos que yo jamás haya leído. Es más, puede que sea uno de los libros más hermosos jamás escritos.

En el sentido estricto de las cosas La Inteligencia de las Flores es un ensayo. Tradicionalmente, no leo ensayos, habiendo sido castigado hasta el cansancio con ellos en la universidad y repetido ese tormento como docente. Gracias a esa oscura (y vengativa) historia, los ensayos no han sido parte de mi proceso literario. Hoy sé que algunos autores de mis afectos son, fueron y han sido reconocidos ensayistas, por ejemplo: George Orwell  o Noam Chomsky. Tal vez sea momento para darles una oportunidad.

Por ahora estoy demasiado condicionado con el formato del libro. Soy material y coleccionista; gusto tener un tomo, de ese tamaño específico, fácil de transportar, leer y poner en un estante de mi colección privada. Esta copia de Maeterlinck es uno de los libros que más atesoro voltear a mirar en mis estantes. El ensayo hace parte de un conjunto de libros en color azul pastel pálido. Un pequeño equipo de autores de ideas bizarras dónde están también Diario de un Loco y La Vida de las Abejas. También dentro de esa colección está Sobre la Desobediencia Civil de Henry David Thoreau -otro ensayo, por cierto-, pero ese no lo he tengo. Divagando un poco tal vez las bibliotecas tengan alguna relación con las colecciones de curiosidades que dieron origen a los museos. ¿Qué tiene esto de relación con un ensayo sobre flores?

quiero simplemente llamar en él la atención sobre algunos acontecimientos interesantes que pasan a nuestro lado, en este mundo que nos creemos, demasiado vanidosamente, privilegiados.” (pág. 51)

La Inteligencia de las Flores, ha sido -supuestamente- difícil de catalogar. Está bellísimamente escrito, por lo cual suele ser enmarcado dentro de literatura, puntualmente poesía. Maeterlinck se sienta a ver plantas y flores, qué hacen y qué han hecho. Sus apuntes sobre esto son reflexivos y analíticos, nacidos de una constante y concienzuda observación de los fenómenos naturales: las flores, la reproducción de las plantas, la dispersión de semillas. Esta faceta acerca al ensayo a las ciencias naturales, biología o botánica tal vez.

¿Colecciones privadas, museos, disciplinas?

Al dejar en palabras el asombro que experimenta un observador de la belleza (de los misterios) del mundo a su alrededor, Maurice Maeterlinck nos hace saber que es hijo de su momento, que hace parte de un periodo de la historia: el largo siglo XIX. Un tiempo en el cual los cimientos de nuestro presente fueron echados, dónde se crearon la mayoría de las instituciones políticas que regulan nuestras interacciones, aparecieron las disciplinas que nos llevan a conocer el mundo de una manera específica, y se modificaron categorías que definen de qué manera ser humano. Tomando la antorcha Renacentista que puso al hombre en el centro del cuadro e hizo una revolución prometéica permitiendo al hombre crear, cientos de científicos se volcaron a ver y comprender al mundo de una nueva manera. Andrea Wulf en La Invención de la Naturaleza hace una recolección de este periodo; Richard Evan Shultes, por ejemplo, fue también hijo de ese siglo.

Después de hombres como Humboldt, ya no era lo que las plantas -ni animales- significaban para culturas , ni siquiera para quienes vivían a su alrededor. A partir de ese entonces lo no-humano cobraba sentido a través de ojos expertos. Unos que veían, dibujaban, cortaban, desarraigaban, recolectaban, diseccionaban, reproducían, se apropiaban. Luego, vendría la aplicación en un nuevo modo de ser y de vivir dónde cada persona, planta, mineral y ser debía tener un rol, un sentido y este debía poder ser perfeccionado en futuras iteraciones: refinado, perfeccionado, hecho más eficiente.

Este ensayo puede ser tanto biología, como un diario de un habitante de ciudad quien en sus tiempos de ocio se vuelca en la naturaleza en busca de belleza -¡y al hacer esto es también hijo de ese siglo! Ocio, recreación, estética, eso terminaría siendo la naturaleza para el hombre-modernizado del siglo XX. Ya no más únicamente un lugar de conquista y explotación, mucho menos uno de residencia. Marsh, Muir, Roosevelt: la naturaleza existe para nuestra contemplación. Así su prosa sea espectacular, es indicativo que para el autor ninguna planta es por sí sola, ni existe antes de ser por él observada, no existe dentro de una ecología, ni hace parte de ninguna cosmogonía. Cada planta puede bien existir en un herbario, donde estará individualizada, o en el mejor de los casos un jardín botánico; dos instituciones propias de esos siglos de exploración imperial.

A pesar de todo, hay quienes arguyen que entre líneas se deja ver en este libro un cambio en el pensamiento del momento, uno que hará al hombre un ser no privilegiado, uno de tantos otros que habita y dejará de habitar esta Tierra. ¡No es un pequeño gesto el sentarse a escribir sobre la inteligencia de las flores! La inteligencia, dominio exclusivo del sapiens.

Además, siempre tuve un pensamiento mientras leía este ensayo: es posible que la ciencia parezca poesía. La prosa académica tiene un dejo, un modo poco agradable, cargada de convenciones para mantener el conocimiento en manos de pocos. Odio cómo suena la academia. No tiene cadencia, ritmo, ni belleza. Al ser así espanta, aleja a las personas, y no está al servicio de la humanidad. Solo es ver quiénes participan de los cursos, leen los papers y acuden a las conferencias: un grupo selecto, mal que bien homogéneo, y siempre reducido. Una élite, no de los mejores (aristos), sino tan solo de expertos.

Es triste que a pesar de las nuevas tecnologías, el conocimiento y la educación no se hayan democratizado, sino que seguimos en un esquema donde pocos resguardan poder, capital y conocimiento. Se ven a sí mismos como aristocracia, actúan como oligarquía. El arte, la literatura, la toma de decisiones, el conocimiento, las oportunidades, el disfrute de la vida, deberían estar al alcance de todos. Al menos ese es el discurso de Occidente… Uno que se ha esforzado por imponer en el planeta, mientras esquizofrénicamente evita que se materialice. Curioso, ¿no?

Maeterlink me recuerda que conocer al mundo puede ser hermoso, que los registros del proceso de aprendizaje pueden estar cargados de belleza y ese asombro puede ser transmitido. Ahora bien, las flores no han estado acá por siempre, pero sí por mucho más tiempo que los humanos que las contemplan. Mientras nosotros no llegamos ni a un quinto, ellas tienen millones de años en la Tierra cambiando su manera de vivir y en el proceso formando relaciones con centenares de otras formas de vida. Siguen viviendo y existiendo, intentando nuevas cosas y acumulando su conocimiento a lo largo de años.

Las flores vienen y van, pero existen para que las plantas puedan reproducirse, que es lo mismo que vivir una nueva generación. Tal vez el sentido de la vida sea la vida por sí misma. Si inteligencia es seguir viviendo entonces nosotros nos extinguiremos: como Maeterlinck dedicamos tiempo en contemplar nuestro entorno. Tal vez dedicamos mucho en ser inteligentes a nuestro modo. En una ironía propio de nuestra humanidad, parece ser que buscando inteligencia individual hemos ido perdiendo inteligencia colectiva; contradiciendo entonces esa máxima de este libro, que es una de las citas que más atesoro:

Observamos aquí, una vez más, que todo el genio reside en la especie, la vida o la naturaleza; y que el individuo es más o menos estúpido. Sólo en el hombre hay emulación real entre las dos inteligencias, tendencia cada vez más precisa, cada vez más activa a una especie de equilibrio que es el gran secreto de nuestro porvenir.” (pág. 40)

Solo es hasta ahora que me entero que este autor fue galardonado un premio Nobel de literatura -¡y que tiene un escándalo de plagio!

Qué viaje ha sido leer este libro y escribir esta entrada. ¡Qué maravilla el mundo de los libros!

Bibliografía:

  • La Inteligencia de las Flores
  • Maurice Maeterlinck
  • Taller de Edición Roca
  • Colección Bolsillo de Duende
  • 2014

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