La Máquina del Tiempo

Este es mi libro número 20. No es el duodécimo que lea este año. Pero, sí es el libro número 20 de las 1000 novelas que hay que leer. ¡Llevo 2% de la lista!

¡Dos por ciento! Rayos. ¿En qué me metí…?

La Máquina del Tiempo de Herbert George Wells. Otra vez con Wells… Lo advertí: ¡quería una tanda de Ciencia Ficción! Y lo conseguí: tres libros seguidos.

Pero antes, es importante el origen de los libros: ¡todos son préstamos de bibliotecas! Uno fue de una biblioteca pública, los otros dos de la biblioteca de una universidad.

La primera, una biblioteca que hace parte de una red que hace posible leer en casi toda Colombia. Lo tomé de la Luis Ángel Arango de la red del Banco de la República. ¿Dónde hay sedes? En la página muestra que tenemos en capitales departamentales, pero faltan Arauca, Yopal, Mocoa, Puerto Inírida, San José del Guaviare, Mitú y Puerto Carreño. Faltan 7 capitales departamentales; una presencia del 78,2% en capitales. Hay dos en la capital al cuadrado (la del país, la de Cundinamarca) una en el centro histórico y tradicional, la otra en el Norte. ¿Por qué no hay dos bibliotecas en las otras capitales grandes? En otras ciudades hay bibliotecas: Buenaventura, Ipiales, Honda y Girardot. Aun así, quedan por fuera ciudades intermedias como Dosquebradas, Palmira, Cartago, Ocaña, Soledad, Ciénaga y más. Es cierto: Colombia es Caribe y Andina. No hay sedes en la Orinoquía y hay una en la Amazonía. Es curioso que haya sedes en todas las capitales del Pacífico.

Dentro de la red hay museos: Museo del Oro Quimbaya (Armenia), Museo del Oro Calima (Cali), Museo del Oro Zenú (Cartagena), Museo Etnográfico (Leticia), Museo del Oro Nariño (Pasto) y Museo del Oro Tairona (Santa Marta). También hay Centros Culturales, no en todas las capitales ni en todas las principales ciudades, faltan en: Arauca, Yopal, Mocoa, Puerto Inírida, San José del Guaviare, Mitú, Puerto Carreño, Villanueva, Corozal, Pitalito, Roldanillo, Calarcá, Orito y más.

Bueno, y está la Biblioteca Virtual: tienen textos, audios, videos, mapas, revistas. Con acceso desde cualquier parte del país. Lástima ahí no contar con un guía: que tan genial es poder hablar con un librero o con un bibliotecario. Alguien que recomiende libros, que pueda decirnos: “este lo llevan mucho”, “a mí me gusta mucho éste”, “es raro, pero no se volvió a mover” o “nos acaba de llegar…”. Que tan genial sería un chat con un librero apenas uno ingrese. Alguien que quiera estar pendiente, que recomiende, que sugiera… Por otra parte, es tan romántico poder pasar los ojos por estanterías llenas hasta el tope de libros, libros hasta los techos. Ojeando, mirando, esperando a que algo llame la atención, a que un lomo dé un grito. Un catálogo virtual es más organizado, fácil de ojear, pero también es más aséptico, más esquemático, más aburrido, menos vivo. Se gana en accesibilidad, pero se pierde mucho de la experiencia.

En Colombia es limitado el acceso a los libros, al conocimiento. Depender de las capitales es una jugada arriesgada: muchos municipios están retirados física, material y temporalmente hablando, y las poblaciones dentro de estas capitales son grandes Eso sí, un buen número de municipios, en sus alcaldías, tienen bibliotecas abiertas al público y centros culturales. Pero, hay que preguntarse qué tal será el contenido, como también qué tan fácil es el acceso. ¿Para cuántos colombianos está dispuesto cada libro? ¿Una biblioteca pública para varios cientos de miles de personas? ¿Es esto bueno?

Ahora bien, ¿dónde en las ciudades están estas bibliotecas? ¿Es fácil el acceso? ¿Invitan a ingresar? Yo tengo mis dudas, en especial partiendo de la experiencia. En Armenia la biblioteca queda en el Museo del Oro Quimbaya, la cierran temprano (a las 5:00 p.m.), los principales componentes son arqueología, literatura infantil y juvenil. Aparte, queda retirada, bien al norte, en el límite mismo de la ciudad, hay que llegar en bus, es incómodo caminar hasta allí. Alguien que venga de un municipio tendría que tomar una flota intermunicipal y luego un bus… Como mínimo. En cambio, en Bogotá la Luis Ángel Arango queda en la Candelaria. Llegar allá desde cualquier punto es una odisea que implica un par de horas de trayecto… ¿Será que un colombiano promedio puede entregar varias horas de su día y un par de buses para ir a por un libro? Si hay voluntad, se saca adelante, pero no es fácil. ¿No sería más conveniente tener un número fijo del tipo “cada 30.000 habitantes debe haber una biblioteca pública? ¿Será que estamos haciendo lo necesario para que la gente lea más?

Hay cosas por cambiar, mucho que hacer, y a nuestra sociedad le convendría mucho leer; tanto al conjunto como a los individuos. La pregunta es ¿quién es el responsable de este cambio? Si la respuesta es el Estado, un privado, la comunidad, la universidad, los jóvenes, el gobernador… Estamos mal. Cuando esperamos que ese etéreo ‘alguien más’ sea el gestor del cambio, nos quedaremos esperándolo siempre. La respuesta siempre debe ser YO. Yo soy responsable de cambiar las cosas que veo no me gustan de mi sociedad. Solamente YO. Cada uno de nosotros puede, y debe, crear la sociedad en la cual quiere vivir.

Podemos empezar por redefinir los espacios con los que ya contamos: hacer de las bibliotecas lugares de encuentro, de intercambio, sitios de interacción y conversación. Esto es posible. Yo me sueño, por ejemplo, con clubes de lectura dónde cada uno lea el libro que quiera. ¡Nada de leer el mismo libro al tiempo! Cada persona vive una vida distinta, es ridículo que todos lean lo mismo. Cada persona contaría qué ha leído y trae una pregunta, o un tema, para conversar y cada persona que interactúe intentará traer cosas de su propia lectura. ¡Así buscando que todos se interesen por los libros! Además, me encantaría que trajéramos de regreso a los cuenteros: personas que se paren en los espacios, en las calles, en las plazas, y hablen, hablen para la gente, cuenten anécdotas e historias, cuenten verdades y mentiras, pero que lleven al público a escuchar a otro, a encontrarse, a volver a la palabra hablada y oída. Esas son dos maneras para redefinir los espacios: ¡la interacción y los expertos!

En otra nota, conseguí también un libro en una biblioteca de una universidad. En este caso siempre me pareció curioso algo: la manera cómo organizamos los libros. Un libro es tanto un trofeo como un repositorio de conocimiento. Habla de quienes queremos ser, de lo que queremos lograr. Con los libros fanfarroneamos y decoramos. Solo hay que entrar a una casa y ver qué libros se ven: si álbumes de fotografía, biblias o libros de viajes. En esta biblioteca de la universidad veía yo las prioridades: ¡los exhibidos eran de Derecho! Esa ha sido la fuente de orgullo de la universidad, ¡pues a fanfarronear! Amplios espacios de lectura, mesas grupales, excelente iluminación. En cambio, la literatura estaba más escondida, lejos, en un tercer piso, con poco espacio, mesas para grupos pequeños, y para llegar a los libros tocaba con intermediario. Yo podía coger el Código Penal con tan solo estirar mi mano, pero para alcanzar El Amor en los Tiempos del Cólera debía pedirle ayuda a alguien. ¿Qué querrá decir eso?

Ahora bien, me elevé mucho, volvamos al tema, al libro en cuestión: La Máquina del Tiempo. Este es un libro que por mucho tiempo quise leer, puntualmente ¡porque tiene una película! Hoy por hoy, no sé si esa película sea buena, mala, excelente o espantosa. La vi de niño, es de 2002, dirigida por Simon Wells. Siendo un pibe, un chaval, la película me encantó y siempre quise leer la novela que la inspiró. Aunque hoy en día he llegado a ver que la película no es querida por muchos, yo no pienso volverla a ver, me quiero quedar con mi recuerdo de antaño. Claramente, de lo que recuerdo, ambos (libro y película) se separan significativamente: las representaciones físicas, el entorno, hay todavía humanos intactos en la película (¡los eloi no eran así!), cacerías de día, aparte que hay unos diálogos que… y una historia de amor más atravesada.

Esta novela es bien comentada por algo en particular: el comentario que trae sobre las “clases sociales”. Que curioso debió haber sido ese momento en la historia: la Inglaterra de 1895. La revolución industrial a toda marcha. Acababa de darse la reunificación alemana. Estados Unidos estaba al alza. La conferencia de Berlín había repartido África. Era el momento de los verdaderos imperios de alta mar. No me imagino a los industriales, a los burgueses, a las masas de trabajadores proletarios. Los eloi y los morlocks… ¡Gran comentario sobre la sociedad inglesa! Un excelente libro para sentarse a hablar, discutir y comentar.


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