Las Venas Abiertas de América Latina – Eduardo Galeano

Las Venas Abiertas de América Latina – Eduardo Galeano

En América Latina, la independencia había remachado a perpetuidad el poder de los dueños de la tierra y de los comerciantes enriquecidos, en los puertos, a costa de la anticipada ruina de los países nacientes”. (p. 283)

¿Dónde empezar con este libro? De verdad… ¿Dónde? ¿Con qué? ¿Cómo sentarme a destejer semejante obra? Vamos a ver qué sale de acá… Siendo plenamente sincero: escribo esto con grandes expectativas -también angustia, ansiedad, y hasta ¿un poco de miedo?

La división internacional del trabajo consiste en que unos países se especializan en ganar y otros en perder.”. (p. 1)

Las Venas Abiertas de América Latina es un libro de cuya existencia sabía desde que tengo ‘memoria literaria’: la capacidad de recordar un libro, autor o cita. Este es un libro que marcó a una generación de Latinoamericanos hippies y setenteros. Tal vez a más de una, estoy convencido de haber leído un capítulo o más durante mis años de universidad.

¿De dónde viene esa ansiedad? ¿Es miedo a qué?

Este es un libro que explora las causas del estado de las cosas de América Latina. Galeano, el ilustradísimo Galeano, se va hasta los confines de la historia de América. Bueno, no necesariamente hasta sus confines en el sentido estricto sino hasta cuándo este continente y sus gentes comenzaron a existir para la historia universal. Universal, acá es lo mismo que la historia Europea. Fue ese toque divino por medio del cual todo un continente y sus gentes existieron: Pre-Colombino, todo lo que vino antes. En este ensayo ese primer momento, el Descubrimiento, marcaría lo que vino y seguiría viniendo: nuestro devenir determinado por una relación con un parásito llamado Europa, seguido de otra relación tóxica.

Por el camino hasta perdimos el derecho de llamarnos americanos, aunque los haitianos y los cubanos ya habían asomado a la historia, como pueblos nuevos, un siglo antes de que los peregrinos del Mayflower se establecieran en las costas de Plymouth. Ahora América es, para el mundo, nada más que los Estados Unidos: nosotros habitamos, a lo sumo, una sub América, una América de segunda clase, de nebulosa identificación.”. (p. 2)

En Las Venas Abiertas, Galeano no se conforma con un repaso cronológico de acontecimientos políticos y militares, sino que va de país en país, pasando por comunidades, ciudades y personajes mirando commodities como el cobre, la carne y el café. Pues, “En su mayoría, los países latinoamericanos se identifican, en el mercado mundial, con una sola materia prima o con un solo alimento.” (p. 392-3)

Al recordar, también critica, lamenta, y responsabiliza. Un libro sobre América Latina, intereses internacionales, y generaciones determinadas por estos. Un libro sobre cómo gobiernos han puesto muy por encima en sus prioridades a los deseos ajenos sobre las necesidades en el territorio. Un libro que no debería haber sido publicado cuándo lo fue. Un libro que habla de una geografía que trágicamente mezcla la máxima orwelliana “todos los animales son iguales pero algunos animales son más iguales que otros”, con un poco de ese viejito centenario y su “las cosas son como son y así seguirán siendo” (EL Viejo que Saltó por la Ventana y se Largó de Jonas Jonasson). Con toda razón fue vetado, perseguido, y sigue siendo estigmatizado: ¡qué osadía el declamar cómo funciona la América Latina! ¿Qué habrán pensado los gobiernos del momento?

La causa nacional latinoamericana es, ante todo, una causa social: para que América Latina pueda nacer de nuevo, habrá que empezar por derribar a sus dueños, país por país. Se abren tiempos de rebelión y cambio. Hay quienes creen que el destino descansa en las rodillas de los dioses, pero la verdad es que trabaja, como un desafío candente, sobre las conciencias de los hombres.”. (p. 435-6)

Pero, ¿por qué estoy tan ansioso escribiendo esto?

Por un lado, comparto la mayoría de sus apreciaciones y me siento obligado a defender a este libro -aunque me parezca simpático cómo muchas frases están en cursiva, ¿será para así indicar lo que el autor o editor creyó que vendría a ser una frase célebre? Tengo un impulso de corroborar todo lo allí escrito. Hay un pedazo de mí que se niega a aceptar información que mis ojos ya han visto. ¡No puede ser tan así! ¿Cómo lo hemos permitido generaciones de latinos? Sin embargo, no dispongo del tiempo (ni la voluntad) para corroborarlo todo; será confiar en las citas y las fuentes. Por el otro lado, recuerdo a las personas y las conversaciones durante las cuales este libro ha surgido, pienso en su dogmatismo y me digo: este libro también tiene mucho de propaganda.

Primero, lo que comparto, que es aquello ante lo cual me siento más empujado a hablar, temas que han sido recurrentes en suficientes entradas de este blog -y todavía más en conversaciones de mi día a día. El resumen: ¡es un sinsentido tener como Norte al norte! ¿De dónde viene su autoridad moral? ¿Será del mismo lugar donde proviene su riqueza? Este libro -y otros centenares más- señalan los lugares de origen viene esta autoridad: de la creación del otro y su posterior expulsión de la sociedad; de crear una jerarquía de sistemas de conocimiento dónde el modelo ejemplar canibalizó a los demás  y luego fue puesto en el punto más alto de la pirámide. El Norte se creo a sí mismo y nos convenció de ello. El Norte se creo a sí mismo de una manera muy violenta que es importante recordar.

El primer Sistema de patentes para proteger la propiedad de las invenciones fue creado, hace casi cuatro siglos, por sir Francis Bacon. A Bacon le gustaba decir: ‘el conocimiento es poder’, y desde entonces se supo que no le faltaba razón. La ciencia universal poco tiene de universal; está objetivamente confinada tras los límites de las naciones avanzadas.”. (p. 406)

Así como la riqueza material se hereda, la pobreza también. Vacíos institucionales quedaron tras la destrucción de los sistemas político-administrativos locales, genocidios permitieron la acumulación de tierras (que serían luego dadas en herencia), odios instigados siguen marcando la política entre locales, naturalezas destruidas para el establecimiento de plantaciones. Es una tristeza que este libro haya sido escrito antes que comenzase la Guerra Contra las Drogas. Aunque hubo otras guerras sobre las que Galeano sí escribió, como la del Caucho, o la del Azúcar.

El largo ciclo del azúcar dio origen, en América Latina, a prosperidades tan mortales como las que engendraron, en Potosí, Ouro Preto, Zacatecas y Guanajuato, los furores de la plata y el oro; al mismo tiempo, impulsó con fuerza decisiva, directa e indirectamente, el desarrollo industrial de Holanda, Francia, Inglaterra y Estados Unidos.”. (p. 92)

Ésta no es solo la historia de América, sino también parte de la historia de África y Asia. Nuevas historias han surgido, pero no debe haber lugar para el olvido. Es tan necesaria una revisión de nuestra propia historia. No ha habido historia objetiva, ese cuento es mejor no creerlo: han habido muchas historias incompletas, e historias contadas desde un solo punto de vista. Ahora es necesario escribir sobre esto y escribir más historias. Una revisión de la historia llevará a la visibilidad, después posiblemente a la reparación.

En fin, Las Venas Abiertas es una obra magistral. Es un repaso de los siglos coloniales, post coloniales y neo-coloniales de una región dónde la libertad es selectiva, la democracia amañada y la institucionalidad instrumental. Donde ha pasado de todo menos la libre autodeterminación de los pueblos. Éste es un libro que recolecta muchas impresiones que había ido teniendo en mi experiencia de América. Este libro escoge a la explotación de materias primas como hilo conductor. Es un libro que intenta dar sentido a lo ilógico del estado de las cosas en América Latina: “somos pobres porque es rico el suelo que pisamos”.

Crujían las carretas de los pioneros que iban extendiendo la frontera, a costa de las matanzas de los indígenas hacia las tierras vírgenes del oeste: la Ley Lincoln de 1862, el Homestead Act, aseguraba a cada familia la propiedad de lotes de 65 hectáreas.”. (p. 212)

Ahora, como segunda parte, está lo propagandístico. Este libro se enmarca en un discurso específico, que fue por muchos años acallado en América Latina: la izquierda. Es más, hubo todo un proyecto internacional en contra de los movimientos de izquierda y uno continental que tuvo en su centro a la isla de Cuba. Nadie en América Latina puede decir que su país no fue afectado por el odio de quienes temían a todo lo rojo. Dictaduras, planes Cóndor, contra-insurgencias: el siglo XX latino.

Los primeros jefes guerrilleros, animados por la necesidad de revancha pero sin horizontes políticos claros, se lanzaban a la destrucción por la destrucción, el desahogo a sangre y fuego sin otros objetivos.”. (p. 165)

Estos pensadores, políticos e intelectuales, no estaban necesariamente en contra de las instituciones traídas por los Europeos, sino que argüían por otro modelo administrativo; por un un manejo diferente de los asuntos. El problema no es el Estado, sino su tamaño y responsabilidades. El enemigo no es el mercado, sino un estilo de mercado, su manera de actuar y el mundo de crea. Esta línea de pensamiento quiere un Estado interventor, un Estado grande, que controle y provea. Las criticas desde la derecha son muchas, pero al final del día terminan defendiendo algo semejante. Sin embargo, en América Latina queda el legado de esa guerra política, ser de izquierda, leer de izquierda, sigue siendo tabú. Sólo es ver cómo quienes comentan sobre Galeano lo primero que indican es que ‘tiene un tinte izquierdoso’, ‘yo no necesariamente comparto’, o ‘es propaganda’…

Lo anterior no es necesariamente aquello que yo encuentro problemático, sino cómo hay quienes toman a este libro como una suerte de biblia: fuente única de información. A las personas que defienden dogmas les tengo miedo. Tengo miedo de su rechazo, su odio, su ostracismo e incapacidad de diálogo. Pero, es apenas lógico que a este ensayo tantos lo tengan en tan alta estima. Si algo hay que aplaudirle a Galeano es que trajo una conversación académica a un público amplio, y les dio las herramientas para abordar su presente. Es más fácil tomar su libro que aquellos de teóricos como Amilcar Cabral, Frantz Fanon, o Achille Mbembe. Tildarlo de propaganda es un intento por ridiculizar esta obra, tirarla a un lado, no dándole la oportunidad de ser leída. Tildarla de propaganda es caer víctima de la propaganda desde la otra orilla.

Hay otros que han tocado estos temas desde una plataforma más artística. Chimamanda Ngozi Adichie, por ejemplo, también es consciente de los problemas que vienen con la falta de voces: “the unintended consequence was that i did not know that people like me could exist in literature”. Chinua Achebe es otro que aborda estos problemas desde la literatura. A pesar de su influencia solo dos de sus novelas hacen parte de una lista que arrogantemente exclama contener las mil novelas que hay que leer.

Por eso se lleva mal con la historia de los hombres, por lo mucho que cambia. Y porque en la historia de los hombres cada acto de destrucción encuentra su respuesta, tarde o temprano, en un acto de creación.”. (p. 470)

Literatura y poder. Libros y poder. Palabras y poder. Están tan indisolublemente atados. Hay libros que replican sistemas de opresión y otros que los justifican, mientras tanto hay algunos que los desafían. Las Venas Abiertas de América Latina es un libro de no ficción que el autor clasificó como de economía política. A través de él explicó a millones de latinos porqué nuestra vida es de esa manera; lo hizo sin culpar al latino de inferior, ni al afro de vago, ni al indio de tramposo; y lo hizo hace 50 años. Con razón fue considerado un libro subversivo. Esta es una conversación que tiene que continuar: América Latina está plagada de situaciones inadmisibles dentro de un esquema planetario creado por y para la desigualdad: “Dentro de cada país se reproduce el Sistema internacional de dominio que cada país padece.”. (p. 415)

La Sociedad indígena de nuestros días no existe en el vacío, fuera del marco general de la economía latinoamericana. […] por lo general los indígenas están incorporados al sistema de producción y al mercado de consumo, aunque sea en forma indirecta. Participan, como víctimas, de un orden económico y social donde desempeñan el duro papel de los más explotados entre los explotados. Compran y venden buena parte de las escasas cosas que consumen y producen, en manos de intermediarios poderosos y voraces que cobran mucho y pagan poco; son jornaleros en las plantaciones, la mano de obra más barata, y los soldados en las montañas; gastan sus días trabajando para el mercado mundial o peleando por sus vencedores.”. (p. 77)

La contradicción del libro, sin embargo, es el problema inherente de la latinoamericidad: intentar hacer un balance de su propia identidad entre ser víctima y ser verdugo. En mi lectura, el libro es (hasta cierto punto) también un escrito de por qué nosotros -América Latina- no somos cómo Europa o Estados Unidos. Más que una exploración de qué podemos ser, criticando el sistema de valores y las instituciones importadas, el libro se vuelve una explicación de la falla de estos sistemas por sí mismos. “El subdesarrollo es la consecuencia del desarrollo ajeno” repite constantemente el autor; hablar de subdesarrollo es aceptar todo un discurso, un sistema de valores, una epistemología específica.

El saqueo, interno y externo, fue el medio más importante para la acumulación primitiva de capitales que, desde la Edad Media, hizo posible la aparición de una nueva etapa histórica en la evolución económica mundial.”. (p. 42)

Es apenas obvio que esa haya sido la conversación. En ese contexto histórico al planeta se le estaba obligando a ser de una manera u otra. El infame desarrollo: había que escoger bando. América Latina en su mayoría se inclinó hacia Occidente, se acercó a sus verdugos, lamiendo la mano que hace no mucho le pegaba, y le seguiría pegando. Muchos países escogieron el camino de la Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI), también el camino del conservadurismo y la tradición. Luego vino la consecuencia lógica: la década perdida. Era muy difícil lograr dar un paso al lado dentro de esta conversación preguntándose: ¿será que tal vez el problema sea el deseo e intento de implantar un Estado-nación y sociedad al modo y ejemplo moderno-europeo con todo lo que esto implica: la guerra contra la naturaleza, las personas de color, las mujeres y contra otras manera de hacer mundo? ¿Será que no hay otros mundos posibles?

En este mundo nuestro, mundo de centros poderosos y suburbios sometidos, no hay riqueza que no resulte, por lo menos, sospechosa.”. (p. 440)

Hoy, con la distancia de los años, puedo decir que dentro del pensamiento de ese entonces -que pervive en libros como este y en las mentes de muchos- no estamos saliendo del discurso binario cartesiano. Esa misma propaganda que creo las categorías jerárquicas sujeto-objeto, cultura-naturaleza (especismo que privilegiaría al hombre), hombre-mujer (sexismo que subyugaría a la mujer), blanco-otro (racismo que violentaría a las personas de color). ¿De qué estoy hablando? De aquello que tantos, como Aníbal Quijano o Walter Mignolo, han llamado Modernidad Colonial; parafraseando a este último: el lado oscuro de la modernidad es la colonialidad. Para la muestra, un botón de cómo Galeano se enmarca dentro dentro del discurso de la modernidad:

Cuando los pueblos en armas conquistaron la independencia, América Latina aparecía en el escenario histórico enlazada por las tradiciones comunes de sus diversas comarcas, exhibía una unidad territorial sin fisuras y hablaba fundamentalmente dos idiomas del mismo origen, el español y el portugués. Pero nos faltaba, como señala Trías, una de las condiciones esenciales para constituir una gran nación única: nos faltaba la comunidad económica.”. (p. 431)

¿De verdad? ¿Integración económica como la solución? Con respuestas así nos mantendremos metidos hasta el cuello dentro de ese discurso Europeo y Europeizante en el cual el Norte sigue siendo el lugar al cual dirigirnos. No nos hemos independizado. ¿Qué pasará cuándo pensemos que “nuestro norte es el sur”? ¿Qué otras categorías, formas de ser y modos de pensar podrían surgir? ¿Cuáles otras relaciones podrán aparecer entre humanos y lo no humano también?

¿A qué me refiero con todas estas observaciones? Cuándo América Latina se independizó mantuvo las instituciones que los Europeos trajeron consigo, principalmente la misma relación con la naturaleza, el trabajo y las demás personas. Las fronteras coloniales fueron respetadas (mal que bien), el status de la gente de color se mantuvo inmóvil (y poco se ha hecho al respecto), la toma de decisiones se conservó en un puñado de manos (que poco se ha venido extendiendo con los años), la economía siguió concentrada en la exportación de materias primas brutas (que necesitan de plantaciones y terratenientes), por décadas el norte cultural fue la academia Europea.

¿Y sigue vigente este libro? ¡Pues claro que sí! Tanto así que hay un nuevo libro hecho a su semejanza: Oro, Petróleo y Aguacates: Las Nuevas Venas Abiertas de América Latina de Andy Robinson. Lo interesante es que se alzan voces. Voces subversivas de mujeres, personas afro, indígenas, que buscan trastornar o alterar algo, especialmente ese orden establecido. Personas que escriben, cantan, haciendo política, enfrentándose a la neo-liberalización, al desespero por las commodities y a la aceptación de la corrupción. Personas para quienes el Estado-Nación ni el mercado son lo único que puede dar una solución. Solo es recordar el ímpetu de cambio que se venía gestando en 2019 y que este virus pausó a lo largo del continente. Incluso a través de la cuarentena Chile votó por una nueva constitución y Argentina por entregar a las mujeres el control absoluto sobre su cuerpo.

Continúa existiendo al servicio de las necesidades ajenas, como Fuente y reserva del petróleo y el hierro, el cobre y la carne, las frutas y el café, las materias primas y los alimentos con destino a los países ricos que ganan consumiéndolos, mucho más de lo que América Latina gana produciéndolos”. (p. 1)

Haber leído Las Venas Abiertas de América Latina tuvo mucho significado para mí. Demasiado. Era un libro que ansiaba leer. Lo leí sentado en un trono: uno de los países más ricos del mundo, un país que se vanagloria de su ética de trabajo, de la intrínseca humildad de sus vasallos, y de sus astutos líderes. Un país que convenientemente olvida que fue una potencia esclavista, que mantiene colonias, que sus reservas naturales están prácticamente destruidas, que se beneficia de acuerdos comerciales desiguales exigiendo libre mercado al pobre mientras subsidia todo en su economía.

Este libro en este contexto de una pandemia fue un llamado de atención. Me ha dado apoyo. Me ha servido para recordarme que no tomar partido es tomar partido en el bando del opresor, que decidir no hacer parte de una conversación incómoda es esgrimir privilegio, que desconocer un sistema de opresión es estar beneficiado por el mismo, que todavía hay muchísimo trabajo por hacer para cambiar el mundo. Es posible construir un mundo más justo.

Gracias Eduardo Galeano. Gracias por recordarme dónde están mis raíces, mi familia y mi comunidad.

Mi Norte es el Sur.

Citas:

  • “Los países ricos, predicadores del comercio libre, aplican el más rígido proteccionismo contra los países pobres: convierten todo lo que tocan en oro para sí y en lata para los demás -incluyendo la propia producción de los países subdesarrollados.”. (p. 161)
  • “En América Latina es lo normal: siempre se entregan los recursos en nombre de la falta de recursos.”. (p. 224)
  • “América Latina es una caja de sorpresas; no se agota nunca la capacidad de asombro de esta región torturada del mundo.”. (p. 270)
  • “La veneración por el pasado me pareció siempre reaccionaria. La derecha elige el pasado porque prefiere a los muertos: mundo quieto, tiempo quieto. Los poderosos, que legitiman sus privilegios por la herencia, cultivan la nostalgia. Se estudia la historia como se visita un museo; y esa colección de momias es una estafa. Nos mienten el pasado como nos mienten el presente: enmascaran la realidad. Se obliga al oprimido a que haga suya una memoria fabricada por el opresor, ajena, disecada, estéril. Así se resignará a vivir una vida que no es la suya como si fuera la única posible.”. (p. 439)
  • “No asistimos en estas tierras a la infancia salvaje del capitalismo, sino a su cruenta decrepitud. El subdesarrollo no es una etapa del desarrollo. Es su consecuencia. El subdesarrollo de América Latina proviene del desarrollo ajeno y continúa alimentándolo.”. (p. 470)

Bibliografía:

  • Las Venas Abiertas de América Latina
  • Eduardo Galeano
  • Siglo XXI Editories
  • 1971 (47a Edición 1986)
  • Madrid, España
  • 486 páginas

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