Los Pasos Perdidos – Alejo Carpentier.
Ésta es una de esas novelas sobre América Latina que puede haberse desarrollado en cualquier país de la región, así como Tanta Sangre Vista que escapa de un solo tiempo Carpentier se escapa de la geografía. Bueno, siendo sincero, la historia podría darse en cualquier lugar de Sudamérica occidental, pues la referencia a los Andes es frecuente. Entonces, la historia puede haberse desarrollado con total facilidad en Colombia, Venezuela (dónde fue escrita y está el paraje que la inspiró), Ecuador, Perú o Bolivia, o incluso conllevar el tránsito de un país Andino a otro más tropical. A esas selvas húmedas que abundan en el continente del cartógrafo: el Matto Grosso, la Orinoquía, la Mesopotamia, el Gran Chaco…
La novela de Carpentier relata para el no-latino (con bastante precisión) lo que es vivir en un lugar donde parecen sobreponerse y convivir, existir en paralelo, distintas épocas de la historia de la humanidad: la edad de piedra con la modernidad, la modernidad con la Conquista. Puede parecer absurdo para quien lo lee y es ajeno a esto, pero, para quienes lo vivimos es una realidad, que muchos tildan de triste, pero hoy día se está viendo más como una fortaleza. El tiempo no es como una línea, al menos no hay eso de una línea de evolución social, esa suerte de progreso, de proceso, de evolución. ¿De dónde lo habremos sacado? No se pasa de un momento al otro como se entra de un cuarto al siguiente; futuro y pasado conviven sin mayor inconveniente.
¿Será que algo tendrá que ver esto con la posmodernidad?
A menudo, leyendo esta novela me encontraba a mí mismo recorriendo los caminos del protagonista. Me veía en senderos y trechos por mi recorridos en algún punto de mi vida. En algún viaje por mi país o sus aledaños. Me vi en el paso entre Jujuy y Salta a 4.000 msnm, transitando por el río Amazonas durante un temporal, admirando el paisaje de las llanuras del Orinoco, soñando cómo ha de ser el Parque del Chiribiquete, pasando por las ciudades latinoamericanas de Cusco, Cochabamba, Palmira -tan lejanas tan parecidas.
Latinoamérica, al menos Sudamérica, no es más que un puñado de países, increíblemente semejantes en su historia, gentes y costumbres, con ínfulas de ser diametralmente diferentes entre sí. Esa, creo yo, es la mayor mentira de Colombia, que se cree única e irrepetible. Bueno, ésa, y creer que ya estamos afianzados en la modernidad…
- “Llego a preguntarme a veces si las formas superiores de la emoción estética no consistirán, simplemente, en un supremo entendimiento de lo creado. Un día, los hombres descubrirán un alfabeto en los ojos de las calcedonias, en los pardos terciopelos de la falena, y entonces se sabrá con asombro que cada caracol manchado era, desde siempre, un poema.”
- “Cuando aquí se casan, intercambian anillos, pagan arras, reciben puñados de arroz en la cabeza, ignorantes de la simbólica milenaria de sus propios gestos. Buscan el haba en la torta de Epifanía, llevan almendras al bautismo, cubren un abeto de luces y guirnaldas, sin saber qué es el haba ni la almendra, ni el árbol que enjoyaron. Los hombres de acá ponen su orgullo en conservar tradiciones de origen olvidado, reducidas, las más de las veces, al automatismo de un reflejo colectivo- a recoger objetos de un uso desconocido, cubiertos de inscripciones que dejaron de hablar hace cuarenta siglos. En el mundo a donde regresaré ahora, en cambio, no se hace un gesto cuyo significado se desconozca: la cena sobre la tumba, la purificación de la vivienda, la danza del enmascarado, el baño de yerbas, el gaje de la alianza, el baile de reto, el espejo velado, la percusión propiciatoria, la luciferada del Corpus, son prácticas cuyo alcance es medido en todas sus implicaciones.”
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