Matar a un Ruiseñor – Harper Lee.
De entrada, la cita más famosa del libro:
“Los ruiseñores sólo se dedican a cantar para alegrarnos. No estropean los frutos de los huertos, no anidan en los arcones del maíz, no hacen nada más que derramar su corazón, cantando para nuestro deleite. Por eso es pecado matar a un ruiseñor.” (pág. 136)
A veces hay libros que con la primera página se sabe que van a ser un clásico de la literatura. Otras veces, tan solo con el título los mismos libros nos hacen saber que van a ser una increíble aventura. Éste es el caso de Matar a un Ruiseñor. Su título original en inglés es todavía más poético: To Kill a Mockingbird. ¡Uno de los títulos más bellos que he visto en mi vida!
Estoy seguro de que éste fue uno de esos tantos libros que estando en el colegio debí haber leído y no le paré bolas. ¿Por qué será que pasa esto? ¿Tendrá que ver con la lectura obligada? En algún lugar escuché que un libro nos llega cuando estamos preparados para que nos llegue, llega en su justo momento, nos aterriza porque de alguna manera estamos pensando en eso, tenemos un cierto pre condicionamiento para el mismo y hacemos que el universo nos traiga a ese maestro. Con Matar a un Ruiseñor no sé qué fue lo que me habría preparado. ¿Tal vez una larga ansiedad esperando leerlo? Es lo único que se me puede ocurrir. ¿O, que tal si sea el haberme anestesiado hacia las injusticias de la vida?
Desde hace tiempo vengo pensando en este libro. Todos a mi alrededor parecían estarlo leyendo, y, una y otra vez lo veía recomendado. Casi que me lo encontraba a diario. ¡Entonces fue momento de sentarme a leerlo! ¡Éste sí es un libro! La autora dio en el clavo con todo: ¡el punto de vista desde el cual fue narrado, las conversaciones, la ambientación!
Algo que pensé una y otra vez al leerlo fue: ¡que locuaz y coherente es esta chiquilla de ocho años! Pero, fue intencional y premeditada la elección de los protagonistas, al menos eso creo yo. La idea de narrar esta historia a través de los inocentes y transparentes ojos de un niño. En la historia lo dicen, en la puerta del juzgado: solo un niño lloraría por algo así. Los grandes, los adultos, están casi anestesiados contra todo -apatía y prejuicios- parecen dopados contra la vida. ¿Tal vez demasiado ocupados con sus demonios internos? O, ¿será un reconocimiento de lo poco que logra la acción individual? Algo que ven los niños con pasmosa claridad, los adultos se niegan a ver. Es más, lo niegan, o, lo refuerzan. Para un niño será obvio y lo indicará con el dedo.
Ética, justicia, poder, igualdad, principios e ideas que son trabajadas por esta autora. ¡Siempre un libro ha de intentar discutir algo! Presentar un debate contemporáneo, o perenne, o llevarnos a pensar, a cuestionar, a dudar. ¡Otro punto alcanzado por Lee en esta bella novela!
- “Uno es valiente cuando, sabiendo que la batalla está perdida de antemano, lo intenta a pesar de todo y lucha hasta el final pase lo que pase.” (pág. 166)
Bibliografía:
- Matar a un Ruiseñor
- Harper Lee
- 410 páginas
- Ediciones B
Y sí, hace parte de la lista de Las Mil Novelas que hay que leer y con todo el derecho a estar ahí: un tema universal, un ícono de la cultura literaria de un país, traducido en múltiples idiomas, leído por un amplio público. En este caso, me pongo de lado de La Lista. Escogieron bien.
Un gran libro, así y todo, como dijera Homero Simpson “el libro no enseñe nada sobre matar ruiseñores”.
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