Un libro qué, pese a ser un ícono, no hace parte de la lista de mil novelas que hay que leer. De Franz Kafka encontramos en ésa, La Lista, tan solo El Proceso y El Castillo. Bueno, claro está, si encuentra a La Metamorfosis en mil listas diferentes…
Sin duda alguna la frase inaugural de este libro es una de las más famosas de la literatura mundial: “Una mañana, tras un sueño intranquilo, despertose Gregorio Samsa convertido en un monstruoso insecto.” ¿Pero no nos pasa a todos lo mismo, en especial los lunes, saliendo a un aburrocrático trabajo?
Este año se cumplió un siglo desde la publicación de esta corta novela –cuya segunda mitad es un mono dando una conferencia… Un siglo es mucho tiempo para que una novela siga estando entre las más leídas a nivel mundial. Para que siga vigente. Para que aún nos diga algo de la experiencia humana. Algo tiene que decir sobre la permanencia de un núcleo de lo que es ser humano.
Al lado de esos cien años de éxito literario, ¿qué son 10 años leyendo? Eso sí, este libro me afianza la idea, junto con intereses (y pesquisas) personales, de leer más de fuera de La Lista: hay muchos libros que quiero leer que no están allí. Pero, ¿no es acaso eso la vida? ¿Un montón de recomendaciones sobre cómo vivir a las que uno no hace caso -o solo a veces- y termina leyendo una lista propia que uno sí quiere vivir, que es la de uno, una mezcla con pedazos de los amigos, partes de la familia y algo del pasado?
He leído recientemente sobre el dilema dovto-kafkiano: la tesis que postula una suerte de semejanza entre las obras de Fyodor y Franz. Sin embargo, como detesto a Dovstoievski (porque casi no lo conozco -uno sólo puede odiar a lo que no conoce; en cambio, comprender y hasta empatizar con lo que sí), y en cambio adoro a Kafka, he decidido pasar ese tema de largo. En algún momento leeré al respecto. Tal vez después de El Idiota y Guerra y Paz, así ésta no sea de él.
Volviendo al pobre Samsa. Su historia es angustiaste, cómo lo abandonan, lo recluyen, lo encierran, lo relegan, lo botan. Tan cruel pueden ser los cercanos. Tan duro es el silencio. No hay castigo como el ostracismo… Eso lo saben los niños, los seres más crueles sobre el planeta, por eso aplican con tanta ligereza su ley del hielo. Nuevamente Kafka nos mete en una de sus tórridas historias en las cuáles el lector va sintiendo las penurias de los personajes…
A propósito, durante una conversación con un amigo, cuándo le comenté sobre lo tedioso del El Castillo; él respondió con plena certeza: “¿es que acaso, no es ésa la idea?”.
Y sí, la idea de la literatura es llevarnos a sentir.
Deja una respuesta
Lo siento, debes estar conectado para publicar un comentario.