115. ¿Por qué fracasa Colombia? Delirios de Una Nación que se Desconoce a Sí Misma – Enrique Serrano.
“La expresión “descrestar” es parte del argot colombiano. Quiere decir deslumbrar, pero también quiere decir engañar. Es decir, el que descresta sabe que no posee las cualidades que dice tener.”. (p. 219)
Es fácil generar expectativa. Lo es tanto para un plan, como un trabajo, o un viaje; como no iba a serlo para un libro. “Reducir las expectativas” incluso “no tener expectativas”, son consejos con los que me he topado con alguna regularidad. La idea, dicen, es que uno pueda experimentar debidamente ‘eso’ (libro, viaje, persona), sin necesidad de estarlo poniendo en una báscula imaginaria dónde estará siendo comparado por su ficticio reflejo. Es que aa idea que nos hacemos en la cabeza es un juez cruel: un amasijo de recuerdos previos, emociones del momento, narraciones sobre experiencias ajenas, proyecciones del futuro, y semejantes. En fin: ¡un salpicón! Esta experiencia no me ha sido ajena al leer…
“Hay que insistir en este ensayo que la historia de Colombia no empezó con la Independencia, que no hay que confundir la historia del Estado colombiano con la historia de la nación, que es mucho más antigua”. (p. 260)
Con este libro me encontré yo con una ‘situación salpicón’. No lo juzgué adecuadamente -¿acaso es posible hacerlo?- sino que lo encaré con una colección de juicios previamente hechos que determinaron mi experiencia literaria. Lo primero que me encuentro es un trabajo de edición que da muestras de atención al detalle: la portada con un Cóndor que más parece un gallinazo en apuros, todavía intentando mantener una actitud regia y orgullosa, mientras su pata está herida.
“A pesar de pertenecer la mitad a la Nueva España y la otra mitad a la Nueva Castilla –al Virreinato del Perú-, el territorio colombiano empezó a formar, debido a su naturaleza triangular, una unidad separada cuya autonomía se fue manifestando en mayor intensidad en el siglo XVIII, y esto fue lo que explicó la formación del Virreinato de la Nueva Granada por parte de las autoridades borbónicas en los tiempos de Carlos III. A pesar de lo tardío de este nombramiento y de la separación innegable que había entre las regiones, el río Magdalena actuó como eje catalizador de esta sociedad de colonos y como centro de comunicación y de contacto con lo exterior.”. (p. 85)
En esa misma portada hay una imagen, llena de colores agradables: dónde el blanco predomina, el negro de las letras le dan un aire de seriedad, y un azul eléctrico lleva a mis ojos traviesos a un verbo: fracasa. ¡Tremendo verbo! Influenciado por ese modelo para clasificar y jerarquizar Estados tan propio de los 90: el de ‘los Estados Fallidos’. Pero este Estado-nación, Colombia, no falló, sino que está fracasando: frustrado, malogrado, de resultado adverso. Un título pensado para atraer al público que entra en una librería: un cliente pudiente, alfabetizado, lo más probable con la seguridad de la renta sobre el capital, el conocimiento o la tierra. En fin: un burgués.
El título alude prontamente a ese miedo inherente a toda la clase acomodada: la pérdida de un proyecto -lujos, títulos de propiedad, hábitos, tiempo. Una posibilidad que en el ambiente de zozobra permanente del ámbito colombiano -que James Robinson acertadamente llamó ‘un Estado en estado permanente de falla’- es un determinante de la experiencia colombiana. La posible respuesta a semejante incógnita -¿por qué fracasa?- esconde dentro de sí las posibilidades, los anhelos, la esperanza: cómo evitarlo. Y si hay algo que nos guste a los habitantes de las ciudades es sobrevalorar nuestra capacidad, nuestra agencia, el control sobre nuestro presente. «Que se desconoce a si misma» continua el título: Conócete a ti mismo, el auto control, el camino al éxito. Entre ambos -libro y potencial lector- habrá un match: su nombre tocará prejuicios para llevar a una determinada acción, la compra.
Luego, viene el mismísimo autor, Enrique, y su dedicatoria a Álvaro Pablo. Los recuerdos, el salón de clase. Sí, fui alumno de ambos durante mi formación universitaria. El primero, el autor de este libro, es una biblioteca humana, un sabio, que dicta cátedras de memoria sobre un sinfín de temas: geografía, historia de África, auge y caída de civilizaciones. Una figura interesantísima, un profesor dedicado con su labor. Ahora, por el otro lado está Álvaro Pablo, profesor de historia colombiana: una eminencia con respecto a ese tema, con un fino y ácido sentido del humor, conocedor de cada capítulo de la historia local, regional y nacional, y un profundo conocimiento del conflicto armado colombiano. ¿Cómo no esperar tanto de este libro, cuando autor y dedicatoria hablan de un grupo selecto y altamente entrenado?
Finalmente, llegó el desenlace: el fracaso de un libro. Demarcado con este epitafio que escribí hace años: “Casi que un semestre leyendo este poco estructurado libro… ¡Casi que no!” El libro no cumplió las expectativas que de él tenía, expectativas que me había hecho yo solito en mi cabeza gracias a mi experiencia de vida: me llamó la atención como consumidor, apeló a valores subyacentes, versa sobre temas que me interesan bastante y aludió a un círculo de personajes que admiro. Estaba destinado a caer con un estruendo.
“… pretender que la sociedad colombiana se comporte conforme a las nuevas ideas, mágicamente, sin ningún aliciente o transición gradual, ha sido un error de las élites y de los grupos que se suponen voceros de esos cambios”. (p. 177)
Tras esta experiencia puedo decir, como principal moraleja: no soy el público ideal de este libro. Fui formado para ver la historia de Colombia bajo otra óptica: como académico, más que como ciudadano. Las fuentes las voy a poner en tela de juicio; y sí, habiendo sido mi profesor, hice de cuenta que estaba haciendo un peer review. Pero, este no es un artículo indexado en una revista académica, mucho menos un documento que será leído por un puñado de expertos que todos se conocen. Este es un libro (un ensayo como insiste en llamarlo su autor) que buscará colarse en la mayor cantidad de bibliotecas, que querrá ser regalado e intercambiado, que deseará ser leído por abogados, ingenieros, madres de familia, tíos desempleados, y estudiantes obligados por alguien. Es un documento de consumo masivo. Hay que ver a un libro como lo que es.
“Esta federalidad de facto fue la base de las autonomías regionales que marcó la pauta de la Colombia contemporánea, por eso siempre será una paradoja el hecho de que varias poblaciones que vivían cerca unas de las otras, pero no se conocían, hubieran configurado una nación relativamente grande de la que no sospecharon durante 300 años”. (p. 101)
Ahora bien, el tema -Colombia, la historia política, y su trayectoria- son asuntos importantísimos para todos quienes existimos en esta geografía y cargamos con esta ciudadanía: del éxito de Colombia depende nuestro destino. Por tanto, si quieren ahondar en estos temas tengo una serie de sugerencias que van a ser un poco más críticas, más volcada a la reflexión y los diferentes puntos de vista. Comparto la opinión del autor que la historia debe conocerse. Pero, la historia de Colombia ha sido contada desde un punto de vista muy específico, de raza (hispánica blanca), género (masculino) y clase social (alta, estratos 5 y 6); ha sido muy poco nutrida la conversación.
“En la mayoría de los casos, la gente es tan pragmática, o acaso tan desconfiada, que considera que el conocimiento del pasado le estorba o que es tan vergonzoso o insignificante que apenas si vale algo la pena hacerse una idea clara sobre él.” (p. 17)
Entonces, para este propósito gustaré de invitar libros que no necesariamente son de historia colombiana: Las Venas Abiertas de América Latina de Eduardo Galeano, El Poder Político en Colombia de Fernando Guillén Martínez, Por qué Fracasan los Países de Daron Acemoglu y James Robinson, El Precio de la Desigualdad de Joseph Stiglitz, y The Democracy Project de David Graeber. Además, hoy quiero recomendar libros que no he leído: el autor Arturo Escobar (preferiblemente su libro Territories of Difference), La Invasión de América: Una Historia de Violencia y Destrucción de Antonio Espino López, A Lomo de Mula de Alfredo Molano, Historia Mínima de Colombia de Jorge Orlando Melo, y Colombia Una Nación A Pesar de Sí Misma de David Bushnell. Bueno, ahora hay otro libro nuevo: Antes de Colombia de Carl Langebaek. Leamos este puñado de libros y en este, año de elecciones, hablemos seriamente sobre Colombia.
Y, como último comentario me gustaría compartir unos consejos para que los prejuicios no empañen la lectura: la objetividad está sobrevalorada. A un libro lo vamos a juzgar por su portada, por su edición y cómo se ve, hasta cuando lo hayamos abierto y leído. Tan solo después de esto lo podremos juzgar por lo que es, y eso… Mi propia posición en el mundo me va a llevar a tener ideas preconcebidas de género, profesión, culturales, formación, es importante irlas reconociendo, y se reconocerán m´ás fácil entre más diversifiquemos fuentes y compartamos la experiencia lectora. Eventualmente va a haber un obstáculo especial en la lectura, que es la propia autoimagen e identidad, y rayos ese sí que se interpone -pero, ya lo hace todos los días, todo el tiempo… Por último, tendremos autores favoritos, privilegiados, preferidos, detestados, amados, desconocidos, somos seres humanos, sintientes, al fin y al cabo. Lo importante es: reconocer de donde partimos, tratar los impulsos que llegan con dignidad, y ser justos con nuestras reacciones.
Citas:
- “Así, por no conocer ese pasado y minimizar la manera en que la sociedad se adaptó hasta el presente, se ha creado una serie de mitos que nosotros mismos nos encargamos de creer y no de discutir”. (p. 177)
- “… el pueblo colombiano prefiere la mediocridad en lugar de fracasar de un modo altisonante”. (p. 252)
Bibliografía:
- ¿Por qué fracasa Colombia? Delirios de una Nación que se Desconoce a Sí Misma
- Enrique Serrano
- Editorial Planeta Colombiana SA
- Bogotá
- 2016
- 277 páginas